Temas para vivir mejor

Esperando el regreso del ausente


La incertidumbre que la ausencia de un ser querido puede dejar en quienes viven esta experiencia, es insoportable. Cuando este ser querido abandonó, cuando se fue sin despedirse y sin explicación alguna, o incluso con despedida y explicación, quien se queda no tiene paz. La fallida esperanza de que algún día vuelva, puede llegar a destrozar el corazón y a robar la tranquilidad. 

 

Cuando David era un niño, una mañana su padre se fue de casa para vivir su romance con una mujer de la que se enamoró apasionadamente. No le importó su compromiso con la familia, ni el bienestar emocional de sus hijos, ni nada, sólo su deseo egoísta de vivir su vida como si todo lo demás no existiera. 

 

Este abandono del padre devastó a David, quien desde ese día no volvió a vivir ni a dormir en paz. La esperanza de que el padre volviera, y la duda de cuándo eso sería, lo mantenían sumergido en el tormento emocional que la incertidumbre provoca. 

 

Él recuerda que un día mamá entró a su recámara y lo encontró despierto a las 2 de la mañana. Le preguntó si estaba enfermo o qué le pasaba, a lo que respondió: “quiero estar despierto, porque si llega mi papá y estoy dormido, no lo veré”. Su mamá, sensible y sabia como era, le dijo que durmiera tranquilo, y le prometió que, si papá regresaba, ella misma lo despertaría. Por unos días esta promesa consoló a David, pero después pensó en que podría ser que papá viniera y mamá no se diera cuenta por estar profundamente dormida, y entonces no lo despertaría. Así que volvió a su vigilancia personal porque sintió que era la única forma de asegurarse de que no se perdería la anhelada y falsamente imaginada visita de papá. 

 

La imagen de un pequeño forzándose a no dormir por si el amado y añorado padre regresa, me conmueve sobremanera.

 

¡Por qué los padres y madres que abandonan no entienden la dolorosa y profunda herida que abren en el corazón de sus hijos! O si lo entienden, ¡por qué no les importa! Cuando ya no hay el amor ni la voluntad para seguir en pareja, que cada uno vuele por su propio cielo, pero a los niños ¡NUNCA! hay que abandonarlos.

 

Es claro que esta experiencia en la vida de David fue la causa de que su insomnio crónico se perpetuara hasta su adultez. La necesidad de vigilar durante la noche se estableció como un patrón rígido y arraigado en todas las áreas de su ser. El trabajo terapéutico que llevamos a cabo fue un proceso hermoso y sanador -aunque también doloroso-, que le permitió al pequeño David liberarse de aquella tormentosa expectativa que lo acompañó toda la infancia, y al David adulto, aprender por fin a abandonarse a las delicias de un sueño profundo. 

 

¡Amo tanto mi profesión como psicoterapeuta! Y vivo asombrada día a día, de las transformaciones que las personas pueden lograr en sus vidas a través de su comprometido trabajo terapéutico.

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