¿Qué hay detrás de las excusas?
Por una parte, el temor a ser desaprobado y juzgado como tonto, ignorante, malo o inadecuado por haber cometido un error. Esto se da como consecuencia de haber crecido en un hogar donde se exigía perfección y los errores e imperfección se condenaban fuertemente con burla, sarcasmo, castigo o cualquier otra forma de desaprobación y rechazo. También, detrás de las excusas existe soberbia, que no nos deja soportar la idea de que no somos perfectos e infalibles y de que otros se puedan dar cuenta de ello (¡como si no lo supieran ya!). La falta de madurez y de responsabilidad por las propias acciones y en general por todo lo que tenga que ver con uno mismo, son otros factores que hay detrás de las excusas.
Todos de seguro, hemos experimentado la sensación de libertad y paz que proporciona el reconocer el error que cometimos y disculparnos por ello, y también el estrés que causa el inventar excusas; porque tenemos que seguir creando más y más para sustentar la que ya expresamos, formándose una interminable y angustiante cadena de mentiras que nos impiden tener paz. Así mismo, la imagen personal se deteriora y ensucia ante uno mismo y por supuesto ante los demás, porque ¡te garantizo que se dan cuenta!
En cambio, el reconocer nuestro error, pedir disculpas por ello, asumir las consecuencias y tomar las acciones necesarias para corregirlo, enaltece nuestra imagen ante nosotros mismos y ante los demás, que sentirán (lo expresen o no), una admiración por tan loable, madura y valiente actitud.
Perdámosle el miedo a reconocer nuestros errores y pedir disculpas; démonos el permiso de experimentar la agradable, liberadora y satisfactoria sensación que este comportamiento nos deja, y lo orgullosos que estaremos de nosotros mismos.
Vamos madurando y volviéndonos auténticos.
¡Dejemos ya de inventar excusas!