¿QUÉ HAY QUE TOMAR EN CUENTA AL RESPONDER LAS PREGUNTAS DE NUESTROS HIJOS?
Muchas veces los padres nos preocupamos más de lo que deberíamos y nos ahogamos en un vaso de agua, ante cosas de la vida que son simples y que obedecen al sentido común. El tema de cómo responder a las preguntas de nuestros hijos, no es la excepción. Yo respeto mucho cualquier cuestionamiento o confusión de los padres –aunque a algunos les puedan parecer nimiedades- porque sé que provienen de su genuino interés en realizar su titánica función lo mejor posible.
A lo largo de la vida –y probablemente más en la infancia- los hijos nos hacen una infinidad de preguntas sobre variados temas; algunos de ellos, como los relacionados con religión o sexualidad, a muchos padres los agobian. Tomando en cuenta las recomendaciones que te ofrezco a continuación, el asunto de responder las preguntas de tus hijos se volverá sencillo, útil y sobre todo, muy agradable.
- Responde sólo lo que te pregunta. Ante un cuestionamiento de tu hijo, no tienes que darle una larga y compleja cátedra. Responde directa, clara y específicamente y ten por seguro de que si no queda satisfecho, te preguntará más. Es posible también que tu respuesta le aclare su duda por el momento, pero después de un mes o un año, la retomará esperando nueva información al respecto. Cuando respondes abierta y serenamente las preguntas de tus hijos, puedes estar seguro que tendrán la confianza de seguirlo haciendo.
- Pregunta sobre la pregunta. Existen una buena cantidad de anécdotas de la vida real o chistes, que muestran graciosas historias sobre la cantidad de veces que un padre le responde a su hijo algo que no tenía nada que ver con la pregunta. Como ejemplo, está el conocido chiste de “Pepito” que le pregunta a su mamá: “¿mamá, qué es pene?” ella se pone nerviosa y ruborizada (y en verdad muchos padres se angustian ante preguntas sobre órganos sexuales o sexualidad), saca un libro con imágenes y le trata de explicar lo mejor que puede. Enseguida, más preocupada todavía por conocer el origen de semejante cuestionamiento, le pregunta: “y de dónde sacaste eso”, a lo que el niño le responde: “es que hoy la maestra nos dijo: niños, recen para que su alma no pene”.
Un amigo me contó que su niña de 6 años le preguntó: “papá, ¿y cómo el esposo le da la semilla a su esposa?” Mi amigo se aclaró la garganta, y se puso a echar mano de todo su ingenio para explicarle a su niña lo que en ese momento le pareció el tema más complejo de la historia: la concepción de un bebé. Dice que la niña se veía distraída y aburrida durante su disertación. Cuando creyó haber terminado le preguntó: “¿y quién te habló de eso?” a lo que ella respondió: “es que oí en la tele que las esposas le dan a sus esposos la semilla del amor al ser cariñosas y comprensivas.”
Para que esto no nos ocurra, es conveniente, justamente, preguntar sobre la pregunta, por ejemplo: “¿qué quieres decir con eso?” “’¿de cuál semilla me hablas?” “¿dónde escuchaste eso? ó ¿quién te lo dijo?”, etc. Esto nos dejará bien claro lo que nuestro hijo está preguntando, para que nuestra respuesta sea la adecuada.
- Toma en cuenta su edad. Háblale con las palabras y ejemplos que le faciliten la comprensión de tu respuesta, de acuerdo a la etapa de vida en que se encuentra.
- Echa mano del gran recurso que son las anécdotas y los ejemplos, que siempre ayudan a aclarar y dejar bien grabada en la mente esa información.
- Echa mano de la tecnología. ¡Qué valiosa herramienta es esta y cuánto nos facilita la vida! Cuando la mayoría de los padres de hoy éramos niños, teníamos que ir a bibliotecas o comprar libros para investigar cualquier asunto. Ahora sólo basta sentarnos ante una computadora y ¡ahí está! Un universo de información al alcance de la mano y en unos cuantos segundos. Sentarte con tu hijo a buscar en Internet un tema sobre el que tiene dudas, no sólo le proporcionará esa información, sino que le enseña a desarrollar el hábito de interesarse en investigar y a experimentar la gloriosa sensación de encontrar respuestas a todas sus dudas.
- Echa mano de la “respuesta indirecta”. Esto es, puedes comprarle un libro o llevarlo a una conferencia o curso, sobre los temas de los que crees conveniente hablarle, según su edad.
- Ten la humildad de decir “No sé” cuando sea el caso, pero también la valentía de investigar o preguntar a quien si sabe. Un padre/madre que todo lo sabe y todo lo puede, es irreal y se percibe irreal y poco confiable.
- Reconoce cuando de plano no puedes responder a algo y necesitas ayuda. Puedes pedirla a tu hermano, a tu médico, a un terapeuta, o quien tú consideres, que hable con tu hijo sobre ese asunto. No es motivo para avergonzarse el reconocer cuando no puedes manejar un tema y declararte incompetente para tratarlo con tu hijo; es por el contrario, un acto de valentía.
Así pues, acompañemos a nuestros hijos en su proceso de descubrir y aprender a lo largo de su vida, aprendiendo junto con ellos ¡y disfrutando el trayecto!