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¿CÓMO, CUANDO Y DÓNDE LLAMAR LA ATENCIÓN A TUS HIJOS?


¿CÓMO, CUANDO Y DÓNDE LLAMAR LA ATENCIÓN A TUS HIJOS?

 

 

Hace unos días me encontraba cenando en casa de unos amigos. Una pareja, vecinos de los anfitriones, llegó de visita y por supuesto fueron invitados a quedarse.  En un momento dado, el marido dijo “en broma” algo sobre que a su esposa no le gusta limpiar la casa. Aun cuando en lo personal me desagradan sobremanera este tipo de bromitas que ridiculizan al otro y  son pura agresión pasiva, la reacción de la esposa fue muy intensa, mostrando sin lugar a dudas que la situación activó viejas heridas de la infancia. Ella se puso a llorar sin poderse contener y luego pidió disculpas y se fue al baño donde permaneció un buen rato llorando. Yo sentí –y me parece que todos- una gran compasión por ella y su dolor. Aunque la acababa de conocer, tenía ganas de ir a abrazarla y consolarla.

 

Cuando salió del baño yo estaba en la cocina y vino hacia mí. Me dijo con mucha rabia y dolor: “ya tuve suficiente toda mi vida con mi padre regañándome y ridiculizándome en público, como para seguir soportando esto, ahora de mi marido”. Platicamos un rato en la cocina y luego decidió disculparse con todos, despedirse e irse a su casa porque no estaba de humor para seguir en la reunión. 

 

Tal como lo imaginé, esa reacción no correspondía a una mujer adulta, sino a una niñita herida y llena de vergüenza.  Esto es lo que se desarrolla en nuestros hijos cuando los regañamos y ridiculizamos en público: vergüenza, la cual destruye su autoestima y su dignidad y afecta profundamente la vida.

 

Es importante que comprendamos la diferencia entre culpa y vergüenza. La primera es lo que sentimos como consecuencia de un acto que se considera incorrecto, pero es posible disminuirla o hasta  suprimirla, pidiendo perdón o haciendo lo necesario para corregir aquel acto inaceptable que nos la causó. La vergüenza en cambio, está profundamente arraigada en la identidad,  no desaparece aunque la persona haga lo que haga para corregir una situación; ni siquiera tiene que ver con una situación específica, sino que es un sentimiento generalizado, una convicción de que: “yo soy un error; soy inadecuado” La culpa nos dice:”hiciste algo malo”, la vergüenza nos dice: “tú eres algo malo”

 

Un ser humano desarrolla la vergüenza, cuando constantemente recibe mensajes de: “no sabes, no vales, no mereces, no puedes, no eres digno de ser amado porque haces tal cosa o eres de tal forma”. También cuando con frecuencia es ridiculizado o humillado y peor aun si sucede ante otras personas. Hay muchas formas de mandar este  mensaje a nuestros hijos, pero una de ellas es sin duda, el regañarlos, ridiculizarlos, burlarnos de ellos o exponer sus intimidades en público.  Algunos padres hacen esto para lucirse y presentarse a sí mismos como muy inteligentes para educarlos.

Llamarles la atención a nuestros hijos cuando sea preciso, expresarles que estamos molestos por algo o corregir lo que consideremos necesario, es una de las funciones que a los padres nos corresponde realizar, pero hay que tener el cuidado de hacerlo en privado, no delante de otros y mucho menos de sus amigos. 

 

Contrariamente a lo que muchos padres piensan, hay que respetar a nuestros hijos y tener delicadeza hacia sus sentimientos, sus heridas, sus “lados flacos”; y todos estos sin duda alguna,  serán lastimados cuando los ridiculizamos o exponemos ante otros.

 

Si quieres exponer en público los errores o intimidades de alguien para lucirte o hacerte el chistoso, habla de las tuyas propias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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