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¿CÓMO ENSEÑAR A TUS HIJOS LA GRATITUD?


¿CÓMO ENSEÑAR A TUS HIJOS LA GRATITUD?

 

 

 

Me impresiona y me entristece sobremanera, cómo tantas personas, de todas las edades, están enfermas de ingratitud.

 

La gratitud es una apreciación, una alabanza… todo en la naturaleza la expresa a través de ser lo que es. Los pájaros cantando cada mañana y tarde, el sol brillando, el mar y el río fluyendo, los árboles y las plantas creciendo, floreciendo y dando frutos. Sólo el ser humano se olvida de expresarla. No sólo me refiero a la gratitud por estar vivos y tener todo lo que tenemos, sino a la acción de agradecer a las personas que nos atienden, nos ayudan, nos regalan, nos aconsejan, nos apoyan, nos dan el paso, etc.

 

¿Por qué es importante la gratitud? En primer lugar, porque se siente bien.  Date cuenta del bienestar físico, emocional, mental y espiritual que experimentas cuando agradeces algo.  En segundo lugar, porque la gratitud no es sólo un lindo y deseable valor que tiene que ver con la buena educación, sino que es también una poderosa fuerza que abre puertas y caminos.
Cada vez que agradeces, creas un camino para que por ahí venga más de lo mismo. Cada vez que agradeces, pones una gran cantidad de poderosa energía en eso que estás apreciando y “notando” y donde pones tu atención, crece y se multiplica.

 

Te des cuenta de ello o no, eso sucede cuando agradeces. Pero también cuando la gratitud viene en la dirección contraria, es decir, cuando es a ti a quien  agradecen, se pueden experimentar de manera clara, los hermosos efectos de esta poderosa fuerza sanadora y armonizadora.  Date cuenta cómo cuando te agradecen, quieres seguir dando, seguir haciendo, seguir apoyando.

 

¿Cómo enseñar a tus hijos la gratitud?  Es muy fácil: ¡agradeciendo! Es decir, que te vean y oigan agradeciendo y que a ellos les agradezcas también. Con frecuencia encuentro cierta resistencia de parte de muchos padres, cuando sugiero que le digan a sus hijos cosas como: “gracias hijo porque tendiste tu cama, o recogiste tus platos o tu ropa”. La reacción de esos padres ante mi sugerencia es: “¡pero si es su obligación! ¡Es lo que le toca hacer en casa!”. Y mi  respuesta es: “tu obligación es mantenerlos, hacerles de comer, etc., y sin embargo esperas y les pides que te agradezcan por ello.”

 

Aunque tu hijo haga cosas que “son su obligación”, agradécele. Los padres debemos también dar las gracias a nuestros hijos cada vez que la situación lo requiera, y no suponer que el hacerlo nos resta autoridad o fuerza. De ninguna manera es así, sino todo lo contrario. Ellos internalizarán sin lugar a dudas esta hermosa actitud, que como ya dijimos, más que un valor es una fuerza armonizadora que les traerá muchas cosas buenas en la vida.

También te recomiendo que la gratitud se vuelva parte de tu estilo de vida.  En lo personal, cada que voy en mi coche y llego a mi destino, le doy las gracias por su servicio.  Cuando desecho el frasco vacío de algo, le doy las gracias por el servicio que me dio; cuando me deshago de ropa o cosas, les agradezco también por todo lo que me dieron, y no se diga a las personas que trabajan para mí, a quienes les digo que agradezco y aprecio muchísimo cómo hacen mi vida más fácil. También le agradezco al mar, al aire, a mi cuerpo por responderme tan bien para hacer todo lo que hago en la vida... absolutamente a TODO, le doy las gracias. Si tus hijos ven en ti esa actitud, ten por seguro que también la desarrollarán.

 

La apreciación y la gratitud se sienten extremadamente bien, pero además de eso, echan a andar en nuestra vida la “Ley del Incremento”.  Su nombre la define: lo que agradeces y aprecias, regresa multiplicado.

 

Como frecuentemente digo: no me creas nada, experiméntalo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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