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¿POR QUÉ NOS RESULTA DIFÍCIL CAMBIAR?


¿POR QUÉ NOS RESULTA DIFÍCIL CAMBIAR?

 

 

Siempre me sorprende el hecho de que tantas personas van por la vida acarreando durante años sus depresiones, ansiedades, sus fobias, miedos, resentimientos, y toda clase de problemas psicológicos.  Con mucha frecuencia escucho comentarios como: “tengo 5 años con una profunda depresión”, “padezco crisis de angustia desde que era adolescente”, “tengo insomnio desde años atrás”,  etc. Y mi respuesta/pregunta ante estos comentarios es: “¡¿Y por que no te curas?!”

 

Todos los asuntos psicológicos con curables;  todo es susceptible de mejorar si es atendido. ¿Por qué entonces no ponemos manos a la obra y dejamos de sufrir?

 

Hay una variedad de razones por las cuales nos es difícil cambiar.

 

Una es la flojera y comodidad, traducida en esa aletargada inercia que nos lleva a mantenernos en la misma situación, aunque no seamos felices en ella y aunque no funcione nuestra vida por causa de ella.  Muchas veces preferimos quedarnos en esa zona de confort, nomás porque ya es conocida; porque el cambiar implica empezar de ceros y por tanto, incomodarnos. Las personas que se resisten al cambio que puede traerles grandes beneficios,  están convencidas de que: “más vale malo por conocido, que bueno por conocer” ¡Qué gran tontería!  Entonces ¿es mejor vivir en lo que no nos gusta ni nos hace felices, que abrirle los brazos a lo nuevo?   Detrás de esta actitud no hay más que flojera, conformismo y cobardía.

 

El no desear cambiar lo que causa problemas e infelicidad, es asunto de cada quien; pero no tenemos derecho a hacerle la vida miserable a nuestros seres queridos, que tienen que soportar nuestras depresiones, ansiedades, explosiones y patologías cotidianas, sólo por nuestra flojera y cobardía para enfrentar esos monstruos y hacer algo al respecto.    

 

Conozco a una familia conformada por los padres y dos hijos de cuarenta y tantos años. El padre y los dos hijos padecen un trastorno neurológico que  los lleva a perder el control cuando se enojan, y a presentar tremendas explosiones durante las cuales gritan  ofensivos insultos a sus parejas, destrozan objetos y hacen toda clase de cosas, algunas muy peligrosas.  Ya que pasa la crisis se sienten avergonzados y culpables y piden perdón miles de veces, sólo para  repetir la escena una siguiente vez.   Esta problemática puede ser curable con la atención profesional adecuada.  Me indigna que aun sabiéndolo, ninguno de los 3 hace nada por curarse, sin importarles  lo traumático y doloroso que pueda ser para sus hijos y pareja el convivir con esto toda la vida; porque  su cobardía, pereza y falta de agallas para tomar las acciones necesarias, es enorme. 

 

¡Existe tanta gente a la que al parecer le gusta vivir sufriendo! Teniendo a su disposición las herramientas para mejorar su situación de cualquier tipo, eligen seguir transitando el disfuncional caminito que ya conocen, sólo por eso, porque lo conocen.

 

Detrás de esta resistencia a mejorar nuestra vida, además de la flojera, cobardía y comodidad que ya mencioné, puede haber una profunda creencia de que no merecen ser felices o de que para ser espirituales y buenas personas, hay que sufrir. No pretenderé cambiarle sus creencias a nadie, pero si esas son las tuyas, te invito a reevaluarlas pasándolas por el filtro tu adultez, para que si decides conservarlas sean en realidad producto de tu libre albedrío y no sólo algo a lo que te apegas porque así te dijeron que debería ser.

 

Otro factor que con frecuencia es la causa de nuestra resistencia al cambio, es la soberbia y el orgullo que lleva  a muchos a afirmar que no necesitan ayuda y que ellos todo lo saben, todo lo pueden y así como son y están, es lo correcto.

 

Yo estoy convencida (si no lo estuviera no estaría en esta profesión), de que podemos cambiar casi todo lo que deseemos. Y enfatizo el casi, porque también se que algunas cosas –aquellas sobre las que no tenemos control-, no se pueden modificar. También estoy convencida de que ser felices es nuestro derecho de nacimiento y que el resolver los problemas de cualquier índole, que nos impiden serlo, es también nuestro derecho y probablemente, nuestra obligación, sobre todo cuando ellos afectan la vida y la paz de aquellos a quienes amamos.  

 

Hay una infinita variedad de herramientas para ayudarte a cambiar lo que desees y en todos los ámbitos. Si en verdad le abres los brazos al cambio, la vida te las pondrá por enfrente y la realidad toda se acomodará para ayudarte. Lo único que necesitas es tener la voluntad y la disposición; el resto vendrá por añadidura.  

 

 

 

 

 

 

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