¿AUTORIDAD Y DISCIPLINA VS LIBERTAD?
Muchos padres se cuestionan si la autoridad y la disciplina coartan la libertad de los niños y si éstos terminan convirtiéndolos en seres con mentes limitadas que sólo saben obedecer, sin creatividad, sin valentía para atreverse, sin iniciativa ni individualidad. Este es un grave error. La realidad es que aquellos que cuando niños tuvieron límites, disciplina y unos padres firmes bien plantados en su lugar de autoridad, se vuelven personas fuertes, con positivas habilidades sociales, seguras, y como resultado de esta seguridad, independientes, valientes y libres. Quien se siente inseguro es dependiente y timorato y como consecuencia, sus probabilidades de tener satisfacción y éxito –en el sentido más amplio de estas palabras- disminuyen considerablemente.
A lo largo de la historia, los seres humanos hemos pasado por diversas etapas en relación al tema de la autoridad y la disciplina. Algunas en las que estas se ejercían de manera absoluta, rígida y casi cruel, y otras donde por el contrario, no se ejercían en lo absoluto. En los años sesenta, en el marco de una serie de fenómenos culturales y sociales, se mostró en todo su esplendor (principalmente en los países sajones) un estilo de crianza caracterizada por la total permisividad y la gratificación instantánea. Dos de sus más conocidos exponentes fueron el Dr. Benjamin McLane Spock a quien se llamó el padre de la permisividad, autor de The Common Sense Book of Baby and Child Care (El libro del sentido común del cuidado de bebés y niños) del que vendió más de 50 millones de copias, y tuvo una fuerte influencia en los padres de esa época. Y por otra parte, A.S. Neill, creador de la escuela Summerhill, en la que según Neill, la escuela tiene que estar en función de la voluntad del niño y no al revés. Te recomiendo indagar por tu cuenta sobre estos personajes y sus propuestas, ya que aunque son realmente interesantes, no profundizaré en ellas debido a que no es el objetivo de este libro.
Baste decir que ellos aportaron algunas ideas muy valiosas en el tema de la crianza de los hijos, como la importancia de ser afectuosos con ellos y respetar su individualidad y de que los padres y madres saben mucho más de lo que creen. Pero en otro sentido, la realidad mostró que sus propuestas de educar con total permisividad y gratificación instantánea, no generan los grandiosos ciudadanos que ellos esperaban, sino gente con dificultades para lograr metas, para adaptarse a las realidades de una universidad, un empleo o de un negocio propio, para asumir los compromisos de la vida adulta, improductivos y débiles y con mayor propensión a presentar problemas sociales y de conducta, tal como lo manifestaron diversos investigadores y analistas de dichos modelos de crianza. El mismo Dr. Benjamin M. Spock, en las últimas ediciones de su libro, corrigió y explicó que la autoridad en la familia debe residir en los padres y no en los hijos.
Una ley universal o principio Hermético llamada “Ley de Ritmo” establece que “todo se mueve como si fuera un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda”. Sobre esta base vemos que ya que en generaciones anteriores la autoridad y la disciplina se ejercían de manera absoluta y rígida, sin ningún respeto por la individualidad y los derechos de los niños, fue necesario dar ese “pendulazo” que se manifestó por los estilos de educación mencionados en el párrafo anterior. Por fortuna, estamos encontrando el equilibrio, reforzando un estilo de crianza que respeta la individualidad y derechos de los niños, pero también les marca lineamientos y límites, lo cual por cierto, les hace sentir seguros.
La fórmula compuesta por padres amorosos, pero también fuertes y firmes, da como resultado hijos sanos. Un hijo sano es una persona creativa, con habilidades sociales, con capacidad de resolver problemas y lograr sus metas, responsable de sí misma, capaz de manejar sus emociones y sobreponerse a las cosas difíciles que le sucedan en la vida, de crear su propia felicidad y de asumir sus compromisos personales. Ser padres fuertes y firmes no tiene nada que ver con gritar, golpear, poner cara de malos, ser agresivos, emocionalmente fríos y distantes y no expresar su afecto. La fuerza y la firmeza de los padres residen dentro, vienen de su interior; se trata de una energía y confianza que les da la certeza de que ellos son los adultos, los procreadores y creadores de ese sistema familiar, y por tanto la autoridad reside en ellos. Esa certeza la transmiten en su voz, (por más suave que sea), en su postura corporal, sus gestos, su mirada, su respiración. Los hijos en el fondo agradecen esa fuerza y firmeza de sus padres que a ellos les da seguridad y confianza, y responden a ella. Para un análisis muy profundo del porqué y la trascendencia de la autoridad y la disciplina, te recomiendo leer mi libro “Hijos tiranos ó débiles dependientes”.