ESPECIALMENTE PARA LAS MADRES
(Y para que lo lean los padres y los abuelitos)
Mis queridas congéneres y compañeras de la vida… compañeras también de la experiencia de divorcio y de las dudas, agobios, fracasos y victorias que en esta condición vivimos.
Tú sabes tan bien como yo, que nomás por ser mujer eres sabia, sensible, intuitiva, amorosa, nutridora y maravillosa. Que eres capaz de bajar la luna y las estrellas y de arrancar milagros del cielo cuando uno de tus hijos necesita uno. El poder de tu naturaleza femenina es inmenso, más aun de lo que a veces tú misma eres consciente. Sin embargo, cuando permites que tu ego se convierta en el amo y señor de tu vida, y te desconectas de tu alma, tu sabiduría se convierte en soberbia y tu poder en orgullo. Y bajo el influjo de ellos te vuelves arrogante, y te sientes superior al padre de tus hijos. Te convences entonces de que tú eres la buena, la que sí hace las cosas bien, la que sabe cómo, la que sí puede.
He escuchado expresiones de esta soberbia que me dan escalofrío; una madre me escribió un correo electrónico que no era más que una letanía de calificativos desagradables y ofensivos hacia su ex marido, y en cierto párrafo literalmente me decía: “Por buena gente que soy y porque mi hijo lo quiere como a un dios, se lo presto en vacaciones 15 días en verano y 15 en Diciembre. Es un niño muy tierno, inteligente y noble. Tan noble y tan transparente que su padre puede en menos de 1 minuto echar a perder todo el trabajo que hago yo. No puedo permitir que lo eche a perder, el padre no tiene nada bueno para darle.”
¿Qué tal? Aquí podemos ver más claro que el agua, esa soberbia, orgullo, arrogancia y superioridad de la que estamos hablando.
Casi en cada curso o conferencia que imparto, alguna mujer, después de calificar a su esposo o ex esposo como inmaduro, inútil, ignorante y otros calificativos por el estilo, me pregunta: “¿qué puedo hacer para arreglar lo que él echa a perder?”; “¿cómo le hago para que no me estorbe en la educación de mis hijos?”
Mi respuesta es algo así como: “señoras, ¿quién dice que nosotras somos las que sabemos, las capaces, las buenas de la película?” “¿quién nos convenció de que somos superiores que el padre de nuestros hijos en cuanto a su educación se refiere?”. Las risitas nerviosas de las mujeres y los aplausos de los hombres al sentir que alguien los entiende, me confirman que esto es real.
Cuando las mujeres estamos embriagadas por esa soberbia y arrogancia, presentamos una fuerte tendencia a querer corregir al padre de nuestros hijos en la manera en que él los educa: “no le digas así porque lo vas a traumar”, “esa no es la manera correcta de llamarle la atención”, “dile esto en lugar de aquello” “hazle así, háblale así”, “no le digas, no le hagas”… y así hasta el infinito.
Vamos hablando claro: cuando te entrometes en medio de tus hijos y su padre, les robas la experiencia que les corresponde vivir con él; bloqueas la energía masculina que debe fluir del padre hacia los hijos (varones y mujeres), para que puedan completar su desarrollo, y tengan un equilibrio psicológico y espiritual, lo cual no sucederá si la estorbosa figura de la madre se pone en medio de ellos. La energía masculina del padre, es igualmente importante que la energía femenina de la madre. Aun cuando el padre realmente no sea el mejor educando hijos, aun cuando no lo haga “bien”, meternos en medio para corregirlo y decirle como, es mucho peor que los “errores” o “desaciertos” que él pudiera cometer. Porque no sólo estorbas la experiencia entre ellos y el flujo de la fuerza masculina hacia tus hijos, sino que además, el mensaje que estos reciben cuando estás constantemente corrigiendo y descalificando a su padre es: “tu padre no sabe, tu padre no puede, es un tonto, un ignorante, etc.”
Tal vez tu ego (porque el ego desconectado del alma, además de soberbio es tonto), te lleve a pensar: “pues qué bueno que crean eso de su padre, es justamente lo que quiero”. Pero el daño que esta actitud de parte de la madre provoca en el desarrollo de los hijos varones como mujeres, es enorme, enorme, enorme.
Debido a que en diversas ocasiones he mencionado al ego, quiero dejar claro que no significa que este sea malo. Es parte de nosotros, es nuestra personalidad y nos sirve muchísimo para ir por la vida realizando todo lo que nos corresponde realizar. El problema se presenta cuando nuestro ego está desconectado del alma y le damos el poderío absoluto sobre nuestra vida y nuestras decisiones. El ego desconectado del alma nos lleva a hacer todas las barbaridades de las que hemos venido hablando para saciar nuestros impulsos más bajos. El ego debe estar al servicio del alma y cuando lo ponemos en su lugar, que es este, se vuelve el más maravilloso aliado para nuestra evolución; entonces realmente nos sirve para ir por la vida, obedeciendo los dictámenes del alma que es luminosa y sabia y siempre nos guiará por el camino adecuado.
Por otra parte señoras, en infinidad de ocasiones desperdiciamos la sabiduría masculina del padre de nuestros hijos, porque no lo escuchamos, porque estamos tan convencidas de que no sabe y de que nosotras somos superiores, que descalificamos lo que hace, dice o sugiere, en lugar de aprovechar su valiosa aportación; estamos demasiado ocupadas en descalificarlo. En muchas ocasiones le he comentado a alguna mujer: “es que él tiene razón en esto; lo que dice es una excelente idea; lo que propone me parece muy bien,” y sólo hasta que lo escuchan de mi, se abren a verlo desde esa perspectiva.
Esta actitud de soberbia y superioridad que muchas mujeres presentan, se encuentra tanto en las casadas como en las divorciadas. Pero en la situación de divorcio en particular, con frecuencia se manifiesta de muchas otras formas, por ejemplo, en el hecho de no permitirle al padre estar en contacto con tus hijos. Te posesionas de ellos como si fueran sólo tuyos. A veces es tu forma de vengarte porque tu ex no te da dinero, o porque estás muy enojada y quieres castigarlo; ¡pero cometes un gran error!: al arrebatarles a tus hijos el derecho sagrado que todo ser humano tiene, de estar en contacto con su padre, generas un enorme karma para ti, porque violas una de las leyes más sagradas de la vida. Y ni hablemos de las carencias y vacíos que quedarán en el corazón de tu hija/o y le acompañarán toda la vida; porque necesitan a su padre, porque tienen el derecho de amarlo, abrazarlo y admirarlo. Tus resentimientos son tuyos; tus deseos de venganza también, pero por Dios deja de obedecer lo que te ordena tu ego y respeta los sagrados derechos de tus hijos.
He conocido a madres que literalmente le dicen a su ex: “si no me das dinero, no ves a tus hijos”, o de algunas otras maneras le condicionan el poderlos ver, y hasta le llaman “prestárselos”. ¡No, no, no mi querida amiga!…. esto no puede ser sano por el lado que lo veas. Tus hijos no son ninguna mercancía para que hagas trueque con ellos y tampoco son tu propiedad. ¡Por favor no los utilices! Y cuando leas el siguiente apartado (especialmente para los padres) verás cómo la ausencia del padre en la vida de los hijos, los lastima y afecta.
De ninguna manera estoy implicando que el abandono económico del padre sea justificable y que el no proveerles de lo necesario para satisfacer sus necesidades materiales sea aceptable. No lo es en absoluto, pero usar a tus hijos para forzarlo a dar lo que por consciencia no quiere dar, ni funciona, ni trae los resultados que esperas, ni beneficia a nadie.
Entiendo tu coraje y frustración cuando el padre de tus hijos no te apoya en su manutención. Sé lo abrumada y dolida que estás por ello; comprendo la tormentosa impotencia que sientes. Pero aunque suene crudo te diré: ese es su problema, no el tuyo. Él es el que se lo pierde y quien tendrá que responderle a la vida por abandonar un compromiso sagrado que adquirió con ella al convertirse en padre.
La vida te apoya, no estás sola; el universo entero te cuida y podrás salir adelante con todo lo que implica haberte quedado sola con el paquete; millones de mujeres han podido y tú también podrás. Existen numerosos ángeles y poderosas fuerzas espirituales que cuidan y apoyan a las madres solas. Confía en que así es.
El camino legal es uno que algunas mujeres eligen para lograr que su ex marido les aporte una pensión económica, que bien merecida tienen sus hijos. Esto es válido si así lo decides, y en este caso, la asesoría y apoyo de tu abogado te será de gran utilidad en el proceso.
Y aunque tu ex no te de dinero, aunque no te apoye de la manera que lo necesitas, deja que tus hijos lo honren, lo amen y lo disfruten. Deja que absorban su energía paterna y su presencia… por el bien de tus hijos… por tu propio bien…
No les haces ningún favor al permitírselo; ¡es su derecho! Hay madres a las que esta soberbia de la que hablo les ha obnubilado la mente y el corazón de tal forma, que refiriéndose al padre de sus hijos, dicen cosas como: “no lo necesitamos para nada”. Te equivocas… tal vez tú no lo necesites, pero tus hijos sí. El se ha convertido en tu ex esposo, pero nunca será el ex padre de tus hijos.
Por su importancia, voy a repetir lo que he mencionado antes: La única situación justificable en la que debemos prohibir al padre (ó madre) el contacto con sus hijos, es cuando, por la evaluación e indicación de un profesional, la presencia del mismo perjudica a los hijos en su integridad moral o física o los pone en peligro, como sucede en casos de: adicciones; abuso físico, psicológico o sexual; actos de extrema irresponsabilidad en el cuidado de sus hijos debido a una personalidad inmadura y enferma; comportamientos depravados o inmorales; enfermedad mental. Y aun en ciertos casos, si dicho profesional lo considera adecuado, podrían convivir con su padre (o madre) bajo el cuidado y supervisión de un adulto responsable y confiable. Tampoco para esto hay recetas, pero sí una variedad de alternativas; y bajo la supervisión de un profesional competente, se podrá encontrar la mejor y más sana para todos.
Es posible sin embargo, que se de el caso de que tú sí quieres que tus hijos tengan contacto con su padre, pero él es el que no quiere. No le interesan, los deja plantados, los ignora como si no existieran y en el peor de los casos, de plano se va de su vida. El caso del padre ausente, lamentablemente es muy común. A veces la ley los obliga a apoyar, pasar una pensión económica y estar presentes (increíble que se les tenga que obligar por ley), pero siendo realistas, a veces la ley misma no puede lograrlo por alguna circunstancia, o no apoya a la mujer como debiera.
Si tus hijos tienen un padre ausente, es conveniente que cuando son niños y adolescentes, busques la ayuda de una figura masculina confiable y buena, como puede ser tu padre, un tío, un maestro, tu hermano ó tu cuñado. Los hijos varones necesitan una figura masculina adulta para hacer su proceso de identificación con su rol sexual como hombres e internalizar las cualidades masculinas que reciben de dicho modelo, para lograr desarrollar las suyas propias. Tus hijas mujeres te tienen a ti como modelo femenino, pero si el padre está ausente, no hay modelo masculino para los varones.
Así pues, es importante que le pidas a ese hombre adulto, confiable y bueno, que te apoye para que tus hijos varones logren ese proceso: conviviendo con ellos, invitándolos a unirse a sus actividades cada que sea posible, llamándoles por teléfono, enseñándoles trabajos masculinos, platicando con ellos, contándoles sobre sus propios proyectos de trabajo y experiencias de la vida; dándoles consejos, etc. Se puede aprovechar cualquier situación de la vida cotidiana para tener esta comunicación e interacción, que puede ser tan simple como el decirle: “ayúdame a cambiar este foco”; “vamos a meter la hielera al coche”; “vamos a cortar esta madera para la repisa de la cocina” “vente conmigo en la tarde para que vayamos a arreglar unos asuntos”, etc.
La interacción con la energía de un hombre adulto bueno que pueda fungir como un modelo masculino, tendrá efectos profundamente sanos para tu hijo. Lo ideal sería que su propio padre ejerciera esta función, pero si se ha ido, puede ser sustituida como lo hemos mencionado. No te preocupes, tu hijo va a estar bien.
Otro aspecto del que te quiero hablar, es acerca de la tendencia que muchas madres tienen a retener a los hijos a su lado; dependen demasiado de ellos para que les llenen los vacíos y crean una extrema necesidad de mantenerlos cerca, como si no tuvieran vida propia sin sus hijos. Si bien esto se da también en las madres casadas, en las divorciadas la probabilidad de que se presente tiene un matiz muy particular. Por el hecho de que a veces nos sentimos solas, podemos llegar a apegarnos a nuestros hijos de manera nada sana. Por eso es tan importante que seamos mujeres maduras y fuertes, que tengamos un proyecto de vida personal, que tengamos la disposición de sanar nuestros conflictos emocionales y de seguir nuestros sueños y realizarlos. De esta manera podremos dejar libres a nuestros hijos, para que ellos puedan también tener su propio proyecto de vida, y disfrutarlo: desde asistir a una fiesta infantil y divertirse mucho, hasta volar del nido cuando llegue el momento, sin sentirse culpables.
Esto podrá suceder sólo si tienen una madre madura y fuerte, que les da el permiso y la libertad de ser, así como se los da a ella misma.
Gracias por recibir mis palabras mi querida compañera de la vida. Es mi profundo deseo, que hayan podido entrar a tu corazón y a tu alma de maga, de sabia, de luna llena.