La tristeza
El sentimiento de tristeza es inevitable ante el divorcio, que es una pérdida desde el punto de vista que lo veamos. Hay formas efectivas para procesar este sentimiento y lograr que en su momento, vaya bajando de intensidad e incluso desaparezca como resultado de un buen manejo del duelo. Veamos algunas alternativas para sanarlo:
1.- Permite que en tu familia se valga llorar. La tristeza va de la mano con el llanto y según sea el grado de intensidad de esta, será también la intensidad del llanto o por lo menos, del deseo de llorar. Si bien cuando sentimos un gran dolor emocional, tenemos ganas de llorar, no significa que lo hagamos. El llanto es una sanadora catarsis que lamentablemente muchos padres no tienen claro cómo manejar o están confundidos respecto a si es sano permitir a sus hijos hacerlo, ya que existe la errónea creencia de que no debemos llorar porque nos hace daño y porque es una muestra de debilidad. Esta es una infundada y absurda suposición que no sólo nos ha llevado a sentirnos avergonzados cuando lloramos, sino además a esforzarnos para desarrollar la habilidad de reprimir el llanto y peor aun, a enseñar a los niños a hacerlo también, sin comprender que el llorar es una función emocional y biológica que tiene una razón de ser.
2.- Enseña a tus hijos que el llorar es sano y necesario. Cuando experimentamos un shock o desequilibrio emocional como consecuencia de una vivencia dolorosa, automáticamente se nos disparan las ganas de llorar con todo lo que esta acción conlleva, como es suspirar y gemir, porque al hacer todo esto, eliminamos una cantidad de sustancias tóxicas que se generan en nuestro cuerpo como producto de ese shock emocional; a través de los profundos suspiros, tomamos buenas cantidades de oxígeno que nuestro cerebro y en general todo nuestro cuerpo necesita para lidiar con las hormonas del estrés y demás toxinas que se produjeron. Por eso después de una buena sesión de llanto nos sentimos relajados, serenos y motivados. Llorar pues no hace daño, sino reprimir el llanto; y cuando esto lo hacemos constantemente, terminaremos por enfermarnos emocional y físicamente.
La otra faceta de esa errónea creencia acerca del llanto, es la que afirma que llorar es de gente débil. La verdad es que para atreverse a entrar en contacto con el tipo de sentimientos que nos hacen llorar, hay que ser valientes; los débiles son los que no se permiten llorar y reconocer que sienten dolor, tristeza, ira o frustración. Sentir y llorar es pues, un acto de valientes y un recurso humano que deberíamos apreciar y respetar.
3.- Si se da el caso, permite que tus hijos te vean llorar. A muchas madres y padres les preocupa sobremanera que sus hijos los vean llorar, porque puede que también ellos lo hagan. Ante esta preocupación mi respuesta es: si tus hijos te ven llorar y por eso ellos también lo hacen, ¡qué bueno!; eso significa que también necesitan hacerlo, lo cual, como ya explicamos, no tiene nada de malo, sino todo lo contrario. Así mismo, numerosos padres piensan que si sus hijos no los ven llorar, creerán que están felices y que “aquí no está pasando nada”. La verdad es que nuestros hijos, -de cualquier edad- saben muy bien cuándo estamos tristes, temerosos o enojados, aun sin que lo expresemos directamente, ya que el lenguaje corporal nunca miente y es imposible ocultarlo. El “sentir” que algo está pasando con mamá o papá, sin tener claro de qué se trata, los angustia y confunde, y si recordamos el asunto del “pensamiento mágico”, pueden llegar a sentirse culpables al suponer que mamá o papá está triste, enojado, o temeroso, por algo que ellos hicieron.
Quiero dejar claro que no estoy recomendando el que “te exhibas” emocionalmente ante tus hijos con toda intención, avisándoles que vas a llorar o llamándolos para que te vean hacerlo, sino que si se da la casualidad de que estás llorando y te ven, no lo ocultes o niegues, no mientas al respecto y sí lleves a cabo los manejos que te he mencionado en párrafos anteriores.
4.- La verdad ante todo. Si tus hijos te preguntan: ¿qué tienes? Respóndeles siempre la verdad, de acuerdo a su edad y a las circunstancias. No tienes que dar detalladas explicaciones ni hablarles de tus intimidades, pero tampoco inventes historias para “encubrir” los motivos por los que estás triste o enojado, y mucho menos intentes negar que lo estás.
Propuesta clave
“Estoy triste por los problemas que tu mamá/papá y yo estamos teniendo. Pero no te preocupes, nosotros nos hacemos cargo de todo esto”. Ó: “no te preocupes, es normal que uno se ponga triste por cosas como estas, y después de llorar un ratito me voy a sentir mucho mejor. Tú también puedes llorar cuando tengas ganas de hacerlo”.
Y recuerda: si tus hijos lloran porque te ven llorar, ¡está bien!, diles que pueden hacerlo, que no hay ningún problema y que llorar es bueno para todos… porque es la verdad…