Dijo George Bernard Shaw: "Hay dos tragedias en la vida del hombre: una es no realizar sus sueños y la otra, realizarlos". Porque quien realiza sus sueños tendrá que lidiar con la envidia proveniente de quienes, por cualquier razón, no han podido hacerlo. Algunas personas se irán de su vida, recibirá críticas, juicios y hasta falsas acusaciones... ¡Y todo por envidia!
El director de un banco me comentó que cuando lo ascendieron a éste puesto, sus compañeros dejaron de invitarlo a las jugadas de ajedrez o a los partidos de tenis.
Aunque parezca increíble, muchas personas se sienten culpables por su éxito, e inconscientemente lo sabotean porque temen perder amigos o incluso a la familia.
Una mujer, campeona de golf, acudió a consulta conmigo. Me dijo que repentinamente, sin más ni más, "había perdido el swing" y por más que lo intentaba por todos los caminos, no podía recuperarlo.
Al revisar la ecología del problema, es decir, qué perdía y qué ganaba al ser campeona o no, descubrimos que desde que empezó su cadena de éxitos en el golf, sus amigas y sus hermanas no la incluían en sus planes, hacían constantemente “bromas” sarcásticas respecto a ella y el golf, no se reportaban a sus llamadas, etc. Era un hecho innegable que en cierto sentido estaba perdiendo a mujeres importantes de su vida... todo a causa de su éxito en el golf (que se traducía en viajes, dinero y reconocimiento), lo cual a ellas les generaba envidia y a mi paciente culpa por tener tantas cosas maravillosas que ellas no.
Alguna vez escuché: "la gente puede perdonarte cualquier cosa, menos el éxito". Y a veces, por increíble que parezca, es la familia quien no lo perdona. Puede suceder que una familia de fracasados experimente el éxito de alguno de sus miembros como traición. Para comprender plenamente esta realidad, hablemos de:
Las culpas familiares
De Alejandro Jodorowsky escuché un interesantísimo análisis al respecto. Él propone que hay cinco culpas existenciales-familiares, que impactan fuertemente la vida de los seres humanos:
Sobre las tres últimas quiero ahondar en este espacio:
Un día llegó a mi consultorio una mujer de 34 años, muy deprimida y confundida. Hacía 8 meses que había regresado de Europa, donde vivía una vida que ella definió como "de cuento de hadas". Estaba casada con un exitoso, generoso, bueno, inteligente y atractivísimo europeo. Tenía también un alto y muy bien remunerado puesto en una importante empresa transnacional y el dinero, la salud, viajes, fascinantes experiencias, felicidad y muchos sueños realizados, eran parte de su vida cotidiana.
Su vida de cuento de hadas, se veía sin embargo ensombrecida cada vez que llamaba por teléfono a su constantemente deprimida madre, que la ponía al tanto de todo lo que sucedía a los miembros de la familia por acá en su país:
- "¡Ay hija!, ¡estoy tan deprimida otra vez; no he tenido ánimos de levantarme de la cama en toda la semana! Tu hermano está bebiendo otra vez y lo despidieron del trabajo de nuevo, el pobre no tiene dinero ni para la renta. Tu hermana seguramente ahora sí se va a divorciar, porque ese maldito otra vez la golpeó y al parecer anda de nuevo con otra. Yo no puedo ni dormir de la preocupación. ! ¡Ay hija... puros problemas...! ¿Y tú como has estado?".
Imagínate, después de eso, lo difícil que resulta para cualquiera responder: ¡Muy bien! Y platicar todas las maravillas que le están sucediendo en la vida.
Pero esta sensación de culpa por "lo bien que a mi me va y lo mal que a ellos les va", es generalmente imperceptible en el nivel consciente, por eso es difícil reconocerla para poder hacernos cargo de ella antes de que nos lleve a auto sabotearnos echándonos a perder lo bueno que tenemos en la vida.
Y así sucedió con mi paciente. Después de tres y medio años de su vida de cuento de hadas, un día, sin más ni más, le dijo a su marido de cuento de hadas: "me quiero divorciar. Voy a regresar a mi país". Su atónito esposo no podía entender su decisión y le preguntó una y otra vez el porqué. Yo también le pregunté y me respondió: "no lo sé Martha. No se porqué renuncié a mi maravilloso trabajo y dejé a mi maravilloso marido." ¡Porque eso fue lo que hizo!
Y la razón es ésta: la culpa inconsciente por estar "traicionando" a su familia llegó a ser tan insoportable, que dejó todo lo bueno que tenía y regresó con su madre, a deprimirse también y acostarse en una cama al lado de ella. Ahora estaba deprimida, sin dinero, preocupada e infeliz como el resto de la familia.... ¡QUÉ SOLIDARIDAD!
Afortunadamente trabajamos con su culpa para que fuera capaz de entender que cada miembro de su familia era responsable de la clase de vida que tenía y podía trabajar en cambiarla, y descubriera cuál era la forma “sana” de ayudarlos. Y para que se pudiera dar a sí misma el permiso de ser feliz, de utilizar todo su potencial y crear y disfrutar todo lo bueno que podía tener en su vida, empezando por su maravilloso marido que la llamaba constantemente para decirle que la amaba y pedirle que recapacitara y regresara. ¡Por fortuna lo hizo!
Conozco a un joven profesionista que es también un claro ejemplo de éste tipo de culpa. Él posee unos talentos impresionantes, sin embargo, desde hace unos 7 años, está constantemente en la ruina. Antes de entrar en este bache, había conseguido un excelente trabajo con grandes oportunidades de seguir creciendo en la empresa y con un jugoso salario. Rentó una preciosa casa en una muy buena zona de la ciudad y compró un coche nuevo.
Su familia de origen está conformada por 5 fracasados y atormentados hermanos y unos padres por el mismo corte. Todos viven aglutinados en la misma, nada bonita zona de la ciudad, uno al lado de otro, a la siguiente cuadra o a la vuelta y cada uno tiene un viejo y deterioradísimo coche.
La presión inconsciente por estarlos "traicionando" siendo el exitoso de la familia, fue más fuerte que su tremendo potencial y su gran motivación por crecer profesionalmente. Inconscientemente se auto saboteó haciendo todo lo que pudo, para echarse a perder esa gran oportunidad, cometiendo toda clase de errores y tomando absurdas y tontas decisiones hasta que fue despedido del trabajo.
Dejó su hermosa casa porque no pudo seguir pagando la renta, vendió su coche nuevo para solventar gastos urgentes, compró uno viejo y deteriorado y se fue a vivir a esa zona de la ciudad donde vive su familia, a una casa al lado de su hermana. Y ahí sigue, metido desde hace siete años en ese agujero de fracaso, acompañando al resto de la familia.
Esta culpa inconsciente por traicionar a la familia, se da también en relación con otros aspectos como por ejemplo: si la madre ha sido infeliz en su matrimonio la hija no se permite ser feliz en el suyo e inconscientemente hace toda clase de cosas para crear problemas, echar a perder las vacaciones, o la relación misma. El hijo varón puede sentirse culpable porque su padre pasó la vida con un bajo sueldo y un duro trabajo, y él ha sido capaz de crear un próspero negocio o conseguir un alto y bien remunerado puesto.
Cuando esta culpa por haber creado unas condiciones de vida mejores que otros a nuestro alrededor no es consciente, muy probablemente nos auto castigaremos de una y mil formas. Un amigo me comentó que cada vez que compra un coche nuevo, el primer día tiene un tremendo dolor de cabeza que no se le quita con nada, Un paciente descubrió que las únicas ocasiones en que por accidente le da un "golpecito" o un raspón a su coche, es cuando está estrenando alguno; como para que no esté ¡tan bonito! Otra paciente solía sentirse tan culpable cada que se iba de vacaciones, que invariablemente se enfermaba, como para no disfrutar tanto.
Cuando nos echamos a perder lo bueno que tenemos en la vida para solidarizarnos con el sufrimiento o fracaso de nuestros seres queridos, no les hacemos ningún bien, ni nos lo hacemos a nosotros mismos. Es como si creyéramos que para apoyar a alguien con sida o con cáncer, tenemos que adquirir la enfermedad para fin de ayudarlos.
La verdad es que mientras más sanos y felices seamos, mejor podemos servir a otros. Mientras más dinero, armonía, éxito, logros, júbilo y salud tenemos, más útiles seremos para colaborar en la solución de los problemas del mundo, de la forma en que cada uno esté destinado a hacerlo.
Este mundo necesita gente feliz, rica, sana, exitosa y muy luminosa para salir adelante.
"Nuestro más profundo miedo no es el de no poder responder adecuadamente.
Nuestro más profundo miedo es que somos poderosos más allá de cualquier medida […]
Nos preguntamos a nosotros mismos: ¿Quién soy yo para ser brillante, con talento, glorioso?
De hecho, ¿Quién eres tú para no serlo?
Eres un hijo de Dios. Tu rol de pequeñez no le ayuda al mundo.
No tiene nada de brillante el empequeñecerte para que la demás gente no se sienta insegura alrededor tuyo.
Nacimos para hacer manifiesta la gloria de Dios dentro de nosotros mismos.
Ésta gloria no está solo en algunos de nosotros, sino en cada uno.
Y al permitir que esta luz brille, inconscientemente le damos a la demás gente el permiso para hacer lo mismo.
Al liberarnos de nuestros propios miedos, nuestra presencia libera espontáneamente a los demás."