Temas para vivir mejor

POR EL BIEN DE TUS HIJOS… Haz que “divorcio” no sea igual a “abandono”


Es dolorosamente lamentable que esto suceda con tanta frecuencia. Muchos padres y madres no se divorcian sólo de su cónyuge, sino también de sus hijos. Y con la separación de sus progenitores, esos hijos enfrentan  un doloroso abandono, porque uno de sus padres se aleja, los saca de su vida, los excluye de su mundo emocional, les retira su apoyo, y con ello los deja huérfanos.

 

La orfandad “creada” es tan dura y dolorosa como la orfandad real cuando un padre en verdad muere. No obstante, sin duda alguna la orfandad “creada” tiene componentes muy dolorosos que la real no tiene. Porque cuando un padre ha muerto -con todo el dolor que eso acarrea- el hijo por lo menos sabe que se ha ido para siempre y que no hay regreso. Pero en la orfandad “creada” producto del abandono, el hijo no sólo sufre por la pérdida del padre o madre, sino por la horrenda incertidumbre de la espera… tal vez mañana llame, tal vez venga el día de mi cumpleaños, quizá para navidad. El tormentoso dolor de la incertidumbre nunca termina, viven con ella el resto de su vida. Y la incertidumbre mata, calcina, carcome, atormenta de maneras más graves de lo que se puede describir con palabras.

 

El abandono de los padres deja una marca imborrable, un tatuaje de “vergüenza existencial” en la identidad del hijo.  Esta consiste en una constante y casi siempre inconsciente sensación y convicción, de ser un error, de ser inadecuado, inmerecedor,  “manchado”, razón por la cual el padre lo ha rechazado. El hijo abandonado siempre cree  que hay algo malo en sí mismo, por lo cual su padre o madre no quiere estar con él. 

 

Sobra decir que el hijo abandonado NUNCA es culpable de ello. Los padres y madres abandonan por su incapacidad de comprometerse, por sus profundas enfermedades emocionales no sanadas, pero NUNCA los hijos son los culpables. 

 

Divorcio no tiene por que ser igual a abandono. Lo que los hijos más necesitan es la presencia de ambos padres en su vida, y divorciados o no, debiéramos   concederles la insustituible dicha de nuestra irremplazable presencia en sus vidas.  Dicho en otras palabras: platica mucho con ellos, convive lo más que puedas, llámales por teléfono, proporciónales experiencias divertidas e interesantes para que aprendan, maduren y se diviertan. Cumple amorosamente con tus obligaciones de padre o madre como son: mantenerlos, alimentarlos, cuidarlos, apoyarlos en sus cosas, ir a juntas de la escuela, y todo lo que la vida diaria con tus hijos, requiere. No les hacemos ningún favor, estamos simplemente cumpliendo el compromiso sagrado que adquirimos con la vida cuando los tuvimos. Aun cuando tus hijos hayan llegado al mundo porque te falló el método anticonceptivo, ELEGISTE tenerlos. Y eso significa que aceptaste ese compromiso sagrado, con todo lo que él conlleva.

 

Cabe aclarar que “abandono” no significa necesariamente irse para siempre y no volverlos a ver. El hijo puede sentirse abandonado cuando casi no pasamos tiempo con él; cuando le prometemos que lo veremos, le llamaremos o llevaremos a algún lugar y no cumplimos; cuando no nos interesamos en sus cosas; cuando se nos olvida su cumpleaños o no tuvimos tiempo de llamarle, llevarlo a celebrar o comprarle un regalo; cuando lo dejamos esperando en la escuela demasiado tiempo antes de recogerlo; cuando, de cualquier forma, somos indiferentes hacia él. Por eso un hijo puede sentirse abandonado, aunque sus padres estén casados y vivan en la misma casa. 

 

Lo que afecta a los hijos más aun que el divorcio mismo, es el abandono de uno de sus padres, es el perderse de su presencia y su apoyo en la vida.  Por eso te hago esta súplica: haz que “divorcio” no sea igual a “abandono”. No te divorcies de tus hijos.

Facebook

Registro

REGISTRATE para recibir información sobre la autora y sus libros

Debes ingresar un correo