Es posible, normal y común que esto suceda, y aunque en la mayoría de las ocasiones se debe a que los hijos se sienten presionados por uno de sus padres -a veces directa y a veces “subliminalmente”- a sentir así, otras se debe a que los diferentes tipos de personalidad, simplemente no se avienen.
Cualquiera que sea el caso, jamás se debe obligar a los hijos (de cualquier edad), a querer a la nueva pareja, ni a convivir con él/ella. El hacerlo resultará contraproducente en todos los aspectos. Nuestros hijos, como todo ser humano, están en todo su derecho de sentir lo que sienten y querer lo que quieren, y es imposible obligar a alguien a sentir o querer algo o a alguien. El manejo adecuado de una situación como esta evitará muchos conflictos y traerá como resultado que todos los involucrados puedan estar en paz.
Propuesta clave:
“Entiendo que “X” no te cae bien y no quieres convivir con él/ella. Estás en todo tu derecho y si no lo deseas, no te voy a obligar a hacerlo. Pero es mi pareja y yo sí voy a pasar tiempo con él/ella. Nunca nadie te quitará el amor que siento por ti. El lugar que tú ocupas en mi vida y en mi corazón, nadie lo va a ocupar jamás. Tú siempre serás mi hija/o amada/o.”
En algunas ocasiones, el rechazo a la nueva pareja alcanza niveles extremos al punto tal de que el o los hijos que lo sienten, toman actitudes groseras, abusivas e inaceptablemente irrespetuosas hacia dicha persona. En el caso de una familia, la nueva novia del papá era una maestra de primaria. En cierta ocasión, invitaron a los hijos (de 7 y 9 años) a la casa de ella, para que conocieran a un cachorrito que acababa de comprar. Estando ahí, uno de los niños vio que sobre una mesa se encontraba una pila de trabajos de los alumnos y de inmediato le comunicó a su hermano su “macabro” plan. Cuando el padre y la maestra se distrajeron, vaciaron encima una taza de té a medio tomar que se encontraba por ahí, y culparon al perrito por la travesura. Sobra decir que esto afectó el desempeño e imagen profesional de la maestra, además de hacerla pasar un muy mal rato.
Otro joven adolescente rasgó con una llave el descansa brazos de piel del coche del novio de su mamá, en el que se transportaban.
Estos comportamientos de los hijos, aunque son comprensibles, nunca deben ser permitidos. Aun cuando la pareja de nuestro/a ex nos caiga mal, debemos corregir a nuestros hijos por comportamientos como estos, y de ninguna manera aliarnos con ellos o “festejárselos”, como hizo el padre del adolescente al enterarse de que su hijo dañó el coche del novio de su mamá. Puede que este comportamiento del hijo satisfaga los celos y deseos de venganza del papá, pero por el bien de su hijo, no debe tomarlo a la ligera ni aliarse con él reforzando esta irrespetuosa actitud, porque entonces los hijos se vuelven perversos, groseros, vengativos y extenderán esa actitud destructiva hacia otros ámbitos de su vida y de su personalidad. ¿Eso es lo que deseas para tus hijos? Y esto no acaba aquí… porque en algún lugar y momento, se toparán con alguien que no les aguante sus abusos y groserías y los haga pagar por sus “gracias”; cuando tienen que enfrentar las consecuencias de actos como esos, las cosas se ponen dolorosas y feas.
Propuesta clave:
“Hija/o entiendo que X no te cae bien, estás en todo tu derecho de sentir lo que sientes, pero por ningún motivo voy a permitir que le hagas cosas como la que hiciste. Eso no se lo debes hacer a ninguna persona. Si vuelve a suceder, la consecuencia va a ser esta… Y esta es la manera en que vas a reparar lo que hiciste….”