Temas para vivir mejor

INVISIBLE PARA SI MISMO


Existe otra faceta de este “quedarse invisible” y es, tristemente, el ser invisible para si mismo. Cuando somos bebés y niños pequeños, nos volvemos conscientes de nuestra existencia a través de la atención que nos dan los adultos que nos crían, y muy especialmente, nuestros padres. Es a través de su atención que nos reconocemos a nosotros mismos;  esta funge como el punto de referencia externo que toda criatura necesita para sentirse viva y presente.

 

En la medida en que crecemos, vamos internalizando esa referencia, de manera que lleguemos a un punto en el que ya no necesitamos que alguien afuera nos la de, sino que proviene de nuestro propio ser interno. Esto sucederá de manera espontánea y automática, cuando la persona ha tenido un desarrollo psicológico adecuado. Pero no siempre ocurre así. En tal caso, la invisibilidad creada desde la más tierna infancia, se generalizará posteriormente a todos los aspectos de su vida. Si ha sido invisible para los demás, se quedará invisible para si mismo.

 

Ser invisible para si mismo se traduce en una gran dificultad para ser consciente de sus propias necesidades, deseos, derechos y sentimientos. La  persona no escucha las señales de su cuerpo cuando le dice que está agotado y necesita descanso, que ya no puede tolerar tanta grasa y alimentos insanos,  o que necesita imperiosamente moverse y hacer ejercicio. Es frecuente que estas personas caigan gravemente enfermas, porque al no atender las súplicas  de su cuerpo cuando son un susurro, este tiene que llamarles a gritos para que le presten atención. No escuchan los llamados suavecitos ni ven las señales pequeñas… porque  son invisibles para si mismos.

 

Este es un típico comportamientos de alguien que es invisible para si mismo:

 

Una mamá está repartiendo entre sus 3 hijos y su esposo, la cuarta parte de un exquisito pastel que su hermana le regaló. Ella corta sólo 4 rebanadas (para su marido y cada hijo) y las reparte.  Cuando se le cuestiona porqué no lo cortó en 5 partes (una para ella) responde que es que a todos les encanta.  ¿Y a ti no?  ¡Ummm, me fascina!, pero como no es mucho, preferí dejarles mi parte a ellos.

 

Con este comportamiento ella se está diciendo a sí misma: “tú no cuentas, tú no mereces, tú no estás presente, tú no existes”.  El simple hecho de dividirlo en sólo 4 partes, cuando están presentes 5 personas, establece que la quinta no existe; que sólo hay 4 en la habitación.  ¡Y eso se lo hizo a ella misma! Lo sano sería que aun cuando las rebanadas quedaran más delgadas, lo hubiera partido en 5 partes, porque ella también tenía derecho de disfrutar de su porción de pastel.  

 

Si vemos este hecho aislado, podría parecer como un acto de amor al renunciar a su parte para darla a sus seres queridos a quienes tanto les gusta.  Pero cuando este tipo de comportamiento se repite constantemente convirtiéndose en un patrón, ya no se trata de un acto de amor, sino uno de desamor a si mismo, en el que es la persona misma quien se auto excluye e ignora.  Este era justamente el caso de la madre de nuestro ejemplo, cuya vida cotidiana estaba plagada de este tipo de actos de exclusión a si misma.

 

Es muy importante entender que cuando las madres nos manejamos así respecto a nosotras mismas, le damos a nuestras hijas este mensaje: “así deben tratarse a sí mismas ustedes también, Las mujeres no merecemos; no vale la pena invertir en nosotras tiempo, dinero, ni nada”. Y nuestros hijos varones también aprenden a que así se debe tratar a las mujeres.

 

¿Es eso lo que deseas para tus hijos?

 

 

 

 

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