Temas para vivir mejor

MITOS Y REALIDADES SOBRE EL DIVORCIO


En nuestra cultura, existe una mitificación o prejuicio de que el matrimonio es bueno y el divorcio es malo. Las investigaciones recientes han demostrado que más que la separación de los padres, los efectos negativos en la vida de los hijos, se debe al hecho de crecer y desarrollarse en un ambiente de agresividad, desamor y conflictos.

Por otra parte, se considera que al divorciarnos destruimos la familia, lo cual no necesariamente es cierto. El manejar esta creencia no es sano para los hijos y tampoco para los padres, porque no les permite ver que tiene una familia y que el hecho de que los padres vivirán en casas separadas no significa que ésta se termina. Muchos hombres y mujeres divorciados antes del divorcio eran muy buenos padres, y después de él continúan siendo: amorosos, apoyadores y comprometidos. Está además la valiosísima presencia del resto de la constelación familiar: abuelos, tíos y primos, que no tienen porqué perderse con la separación de los padres.  

La verdad es que el divorcio es tan mal visto socialmente, que se tiende a poner bajo el microscopio a los hijos de padres divorciados, y así achacar cada defecto que tienen o error que cometen, al hecho de que sus padres están divorciados. En la escuela por ejemplo, si un niño es agresivo: “es que sus padres son divorciados”; si saca bajas calificaciones: “es porque sus padres son divorciados”; si es conflictivo en la relación con sus compañeros y maestros, o aislado y retraído, pues lo mismo. Y yo me pregunto: ¿Acaso los hijos de padres casados no presentan esas mismas problemáticas?  Sí… la verdad es que sí las presentan.

Cuando uno se pone a investigar sobre el tema de cómo afecta el divorcio a los hijos, encontrará infinidad de artículos e información al respecto... ¡Muchísimos!... ¡Cientos!... Pero si tratas de investigar sobre cómo afecta a los hijos el vivir con unos padres llenos de conflictos, se encuentra muy pero muy poca información. (Y para comprobar esto, sólo teclea esos temas en cualquier buscador de Internet). Estos estudios que muestran los daños del divorcio sobre los hijos, los desmenuzan, súper analizan e hiper detallan, pero, por lo menos yo, no he encontrado la misma meticulosidad en los que hablan sobre los daños a los hijos, causados por padres casados y conflictivos.

Yo conozco a muchos hijos de padres divorciados, incluyendo los míos, que son personas maravillosas: honestas, trabajadoras, responsables, sanas, productivas y felices. También conozco a hijos de padres casados que son así. Conozco además a muchos hijos de padres casados, que son personas psicológicamente enfermas, irresponsables, flojas, deshonestas e infelices.  También conozco a hijos de padres divorciados que son igual. Lo que quiero dejar muy claro es que no sólo por el hecho de ser hijos de padres divorciados, ellos tendrán una vida horrenda y traumática y tampoco sólo por ser hijos de padres casados, tendrán una vida sana y maravillosa.

Lo que realmente afecta a los hijos, -sean de padres divorciados o casados- es la falta de amor, el abandono de los padres, la indiferencia de estos, la falta de apoyo, el abuso y la agresión. 

Los estudios sobre adultos cuyos padres se divorciaron cuando eran niños, muestran que cuando hubo un manejo sano del proceso y la presencia y amor de ambos padres, ellos se volvieron hábiles para manejar situaciones difíciles, capaces de construir relaciones afectivas sanas, confiados en sí mismos y en sus seres queridos, profesionistas exitosos y buenos padres de sus propios hijos. 

Otra aseveración prejuiciosa y relativa y por lo cual puede resultar engañosa, es la que afirma que los hijos de padres divorciados van más a terapia, implicando que por eso van. La  verdad es que en los padres divorciados tiende a haber preocupación e interés de que nuestra separación afecte a nuestros hijos lo menos posible, y de apoyarlos para que superen cualquier trauma que ésta les pudiera dejar.  Esta actitud se presenta menos en padres casados, justamente por estar convencidos de que no hay de qué preocuparse porque están casados y eso es lo correcto.  Esto no significa que sus hijos no necesiten terapia, sólo significa que van menos que los de padres divorciados. 

El divorcio, como todo en la vida, no tiene sólo una cara ni es cien por ciento “malo”. Es posible que a través de él, los hijos aprendan la importancia de la honestidad y la autenticidad, al ver a unos padres que deciden separarse porque no se aman o no son felices juntos, en lugar de ver a unos padres que se auto engañan y que aun sin amarse (o hasta odiándose) se quedan juntos toda la vida por miedo,  conveniencia, comodidad o por cuidar una imagen social, lo cual es válido también. Lo que no es válido es mentirnos a nosotros mismos y no reconocer las verdaderas razones por las que nos quedamos en una relación en la que nadie es feliz. Por otra parte los hijos y muy en particular las hijas, verán un valiosísimo ejemplo de coraje, valentía y dignidad, cuando su madre decide dejar una relación donde es maltratada y abusada (en caso de que lo sea), en lugar de quedarse ahí permitiendo todo aquello, lo cual les enseña a hacer lo mismo y perpetúa el patrón de abuso en las siguientes generaciones.

Todo lo mencionado no descarta el hecho de que afortunadamente, muchísimas parejas siguen casadas porque se aman, porque saben resolver sus conflictos y tanto su unión, como sus motivos para seguir juntos, son auténticos y honestos.

Otra cara positiva del divorcio, muestra que la convivencia entre los padres y los hijos puede volverse más estrecha y profunda que antes. Esto se da cuando los padres son de esos que siguen presentes, que no los abandonan, que los siguen amando y pasando tiempo con ellos. Si los hijos por ejemplo, se van con su papá el fin de semana, unas horas ciertas tardes o en las vacaciones, el tiempo que pasan juntos es más profundo y de mayor calidad; porque para eso están ahí, porque no hay distracciones, porque se están visitando uno al otro y en esos momentos la relación se vuelve más estrecha.

De ninguna manera pretendo idealizar el divorcio y dar la idea de que es una maravilla y la mejor situación para los hijos. El divorcio es sin duda alguna,  devastador, doloroso y muy difícil tanto para los padres como para los hijos.  Pero tampoco quiero aliarme a los tantos prejuicios y creencias preconcebidas y ambiguas, que lo presentan como la peor tragedia de la vida y estigmatizan a las personas divorciadas como malos y fracasados, y a sus hijos como enfermos sin remedio. No es el divorcio en si mismo lo que les arruina la vida a los hijos, sino el desamor de los padres, el abandono y el pésimo manejo que muchos hacen del proceso.

Lo ideal, insisto, sería que todos los hijos del mundo crecieran con su padre y su madre; que estos se amaran y respetaran y lo mismo hicieran con sus hijos.  Mi recomendación para todos los padres es: pon tu 100% para que las cosas sean así. Haz todos los esfuerzos posibles para que suceda; agota todas las alternativas que tengas a la mano. Y si después de todo decides divorciarte, hazlo con dignidad y respeto para ti y tus hijos. 

Haz las cosas como Dios manda… diría mi madre. 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 

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