“La navidad es época de regalar”. Palabras más, palabras menos, eso es lo que dicen los comerciales en esta época. Las tiendas están saturadas de gente que a veces gasta mucho más de lo que debe, puede y había planeado, para luego sufrir las consecuencias a la hora de pagar las tarjetas de crédito o ver con desilusión que ya se fue el dinero del aguinaldo. Me parece que el asunto de los regalos navideños es una fuerza poderosa que nos atrapa y controla nuestras decisiones y deseos, haciéndonos comprar lo que no estaba planeado o ni siquiera deseamos.
Por tal razón, este asunto es para muchos una fuente de angustia, estrés, preocupación y hasta conflictos familiares. Es muy importante que reflexionemos cómo en realidad deseamos conducirnos respecto a este tema, y así tomar nuestras propias decisiones al respecto, respetando lo que deseamos y podemos, en lugar de seguir la inercia social que nos envuelve y “obliga” a tomar decisiones que no nos convienen. He aquí algunas recomendaciones para lograrlo:
Elabora con anticipación, una lista de los regalos que deseas dar y el precio aproximado que quieres invertir en cada uno, para que tengas claro cuánto dinero vas a gastar; cuando llegue la hora de comprarlos, se fiel a estas decisiones.
Sé consciente de esta cruda realidad: la mayoría de los regalos que das en navidad, no le van a gustar a quien los recibe o no los necesita, por lo tanto no los va a utilizar ni a disfrutar. Por ello es recomendable que le pidas a cada una de las personas a quien le darás un regalo, que te de una lista de 5 o 6 cosas que quiera o necesite, para que de ahí elijas una o dos. Estas listas son tan variadas como: un galón de pintura blanca, un cartucho de tinta para mi impresora, o cualquier otra cosa de índole más personal. Sea lo que sea, el dar un regalo de esa lista garantiza que será útil y agradable recibirlo.
Recuerda también que gastes lo que gastes y regales lo que regales, siempre habrá gente que le parecerá mal y te criticará. Por eso, da sin esperar que el otro reaccione de determinada forma al recibir tu regalo. Lo que des, suéltalo, y entiende que quien lo recibe está en todo su derecho de que le guste o no. A mí me molesta sobremanera que cuando alguien me regala algo, al paso del tiempo esté checando si lo uso y qué tan seguido, y luego me reclame o cuestione el porqué.
Por todas estas razones, es sabio romper los esquemas y reconocer que hay otro tipo de regalos que casi de seguro todos necesitamos y nos gustan, por lo tanto, sí vamos a utilizar y a disfrutar y algunos de estos ni siquiera cuestan dinero.
Por ejemplo: puedes regalar una cena en un restaurante o en tu propia casa; un masaje a cada miembro de tu familia; resolver la lista de pendientes que tiene tu hermano desidioso; cinco idas al cine; un día de cuidar a los niños de cierta pareja para que ellos salgan; pagarle a tu hermano la afinación de su coche; cocinar tres días para tu hermana y su familia, para que ella descanse; ayudarle a tu amigo a pintar su casa, o pagar la pintura de la misma; organizarle el cuarto de tiliches o el closet, a tu amiga que lo tiene hecho un desastre y le da mucha flojera arreglarlo.
Esta lista de posibilidades útiles y agradables puede ser interminable y es aplicable también a los regalos de cumpleaños o de otra índole. Cuando en vez de regalar cualquier objeto que encontramos por ahí, regalamos algo que la persona verdaderamente disfruta o necesita, sin lugar a dudas provocaremos en ella la sensación que los regalos están destinados a provocar: alegría, entusiasmo, gozo y gratitud. Los que son capaces de producir ese efecto, son dignos de ser llamados “regalos”. Los demás son sólo objetos que pretenden tapar un hoyo.
Rompe esquemas, expande tu creatividad y no permitas que los regalos navideños se conviertan en una fuente de conflicto y estrés para ti.