Temas para vivir mejor

El miedo a perder el control


 

Abandonarnos a un profundo sueño trae consigo la pérdida total de control, sobre nosotros mismos y sobre lo que está a nuestro alrededor. La necesidad de tener el control es una de las más difíciles de gestionar, ya que el perderlo se percibe como una derrota, como un peligroso riesgo, una rendición involuntaria y forzada, una especie de aniquilación. Dormir a pierna suelta requiere un acto de confianza y entrega total, un abandono a lo desconocido. Esto es impensable para una persona que ha aprendido que, teniendo el control soluciona todo… o por lo menos… algo.

 

Desde la más tierna infancia podemos desarrollar una personalidad controladora, como resultado de ciertas experiencias vividas. Uno de los múltiples factores que, de acuerdo con Sigmund Freud, propician la gestación de este tipo de personalidad, tiene que ver con vivencias experimentadas entre los 18 meses y los 3 años.

 

Él estipuló que, en el proceso del desarrollo psicosexual del niño se presentan cinco etapas, y la forma en que se viva cada una de ellas, matizará significativamente la personalidad del individuo. Aunque la etapa anal es la que nos incumbe para los fines de explicar la personalidad controladora, presentaré todas para de exponer el concepto completo.

 

-       Etapa oral: Los primeros 18 meses de vida la boca es la zona donde el bebé encuentra placer y a través de ella conoce su mundo. Por ello, la criatura de esa edad se lleva todo a la boca. Frustrarlo constantemente, impidiéndoselo, creará una fijación que favorecerá ciertas conductas y carencias emocionales.

 

-       Etapa anal: Entre los 18 meses y los 3 años es cuando el niño aprende el control de esfínteres y la libido se concentra principalmente en el ano.

 

De acuerdo con la teoría psicoanalítica, el acto de defecar para el niño significa producir algo que él entrega, algo que sale de él (de hecho, así es). Pero cuando mamá o las personas encargadas de su cuidado reaccionan continuamente con asco, con drama, o incluso con agresión verbal o física ante el hecho de que el niño evacúe, éste lo interpreta como que eso que él produce es algo malo e indigno, y, por lo tanto, él es malo e indigno. Entonces aprende a contenerlo y a reprimirlo, para evitar el rechazo y la desaprobación que tanto le lastiman. Así, según Freud, se gesta una personalidad retentiva, una de cuyas facetas es la necesidad de controlar. 

 

-       Etapa fálica: Entre los 3 y los 6 años. La libido se centra en los genitales. Es en esta etapa cuando los niños comienzan a tener conciencia de ellos, y se despierta la curiosidad y la conciencia de las diferencias entre hombres y mujeres.

 

-       Etapa de latencia: De los 7 a los 10 años se presenta. La libido no se centra en una zona específica del cuerpo y está dirigida fundamentalmente al desarrollo de habilidades y nuevos aprendizajes.

 

-       Etapa genital: Desde los 11 o 12 años. La libido se concentra en los genitales, pero a diferencia de la etapa fálica, donde básicamente se estaban descubriendo, aquí ya se experimenta la sexualidad como la conocemos y la definimos, como producto del despertar hormonal. Se inicia la preparación para la sexualidad adulta

 

 

Otro factor que puede propiciar el desarrollo de una extrema necesidad de controlar es crecer en un ambiente donde se vive constantemente la sensación de frustración e impotencia ante los múltiples problemas y situaciones caóticas que se experimentan. Entonces el niño, al no poder controlar lo que sucede para cambiarlo, se aferra a controlar aquello que sí puede. Al controlar lo que sí puede, simbólicamente está controlando lo que no.  Intentar controlar -ya sea que la persona lo logre o no-, le da una sensación de seguridad, de estar a cargo y, por consiguiente, perder el control le genera vulnerabilidad, inseguridad y miedo.

 

De la misma manera, los niños que viven en un entorno familiar en el que los padres constantemente amenazan que se separarán/divorciarán, viven en una constante incertidumbre de si aquello realmente sucederá y cuándo. Al no poder controlar en absoluto que tomen o no tomen esa decisión o que por lo menos se callen la boca, comienzan a intentar controlar lo que sí les es posible. El desarrollo de múltiples síntomas, incluido el posible insomnio crónico, puede tener su origen aquí.

 

Así pues, las probabilidades de llevar ese patrón de control a la vida adulta y a las diversas áreas de su vida son enormes. Yo he encontrado que los pacientes que he atendido con insomnio crónico de tipo psicológico son por lo general personas muy controladoras.



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