Temas para vivir mejor

El enojo



 Con respecto al sentimiento de enojo que muchos hijos experimentan hacia uno o ambos padres durante el proceso de divorcio, es necesario comprender que es normal que lo sientan, ya que de alguna manera perciben a los padres como los causantes del dolor, los cambios, la incomodidad  o los inconvenientes que ese divorcio le acarrea a toda la familia. Con frecuencia ese enojo está dirigido mayormente hacia el padre que tomó la decisión de divorciarse, ya que éste se percibe como el causante de todo ese embrollo.

 

Recuerdo el caso de unos padres que se estaban divorciando. La madre tomó la decisión de hacerlo, después de 14 años de vivir bajo un patológico control de parte de su marido.  Ella toleró todo eso por algunos años, sin sufrir demasiado. Pero a medida que pasa el tiempo maduramos, cambiamos, evolucionamos, y cuando esto sucedió con ella, ya no pudo seguir viviendo bajo ese yugo absurdo y enfermo. 

 

Cuando le anunciaron a sus hijos de 10 y 12 años que se divorciarían, al paso de los días ellos comenzaron a mostrarse muy enojados con su madre. Ella los reunió y amorosamente habló con ellos sobre las razones que tenía para haber tomado la decisión de divorciarse y los invitó a decirle todo lo que sentían.  La hija de 12 años le dijo: “mamá, ¡pues aguántate y haz todo lo que mi papá quiere que hagas y así no se va a enojar!”  Ella le explicó el gran error que eso sería y las consecuencias que traería tanto para ella como para la hija, que seguiría ese mismo patrón de relación cuando creciera y tuviera una pareja. 

 

Después de esta conversación abierta y honesta, los hijos comenzaron a comportarse más serenos y cariñosos con su mamá.

 

Hay una variedad de razones por las que los hijos pueden estar enojados  en la situación de divorcio,  pero sean cuales fueren, es necesario no perder de  vista que es normal y que casi siempre detrás del enojo se esconde el dolor. Es común que los seres humanos de todas edades, reaccionemos con enojo cuando en realidad sentimos dolor. La razón es muy simple: enojados nos sentimos fuertes y grandotes; entrando en contacto con el dolor en cambio, nos sentimos chiquitos, vulnerables, débiles, indefensos. Pareciera que el enojo lastima menos, es por eso, un mecanismo de defensa inconsciente para disminuir el sufrimiento, una máscara para ocultarlo.  

 

Hablar con nuestros hijos dejándolos expresarse y ventilar sus dudas, sentimientos y opiniones, les ayuda a entender mejor las cosas y a procesar la situación del divorcio de sus padres. Así mismo, es de suma importancia saber cómo apoyarlos para sanar su enojo. De la misma manera que con el llanto, hay que animarlos a expresarlo sin regañarlos o burlarnos por ello, sino con todo el respeto que cualquier ser humano merece  hacia sus sentimientos.

 

El enojo  no es malo en sí mismo, pero la errónea creencia de que lo es, hace tan difícil el reconocerlo, enfrentarlo y manejarlo; lo más común es negarlo y reprimirlo, lo cual es un gran error; porque la ira reprimida se  somatiza, causando enfermedades, insomnio, ansiedad, depresión y amargura. 

 

El enojo de nuestros hijos puede presentarse de muy diversas maneras: a veces como un sentimiento casi secreto que tenemos que adivinar, porque se esconde detrás de algunos de sus comportamientos y en otras ocasiones ellos lo  expresan de manera abierta, directa y desbocada. Sea cual fuere la forma en que tus hijos están manifestando su enojo, las herramientas que a continuación te propongo les serán de gran utilidad para que puedan procesar y sanar este sentimiento: 

 

1- Invítalos a escribir una o varias cartas expresando todo lo que sienten, dejándoles bien claro que no se la tienen que mostrar a nadie, a menos que así lo decidan, ya que son sólo para ayudarlos a sacar  su enojo y todos sus sentimientos libremente y sin riesgos. Algunos hijos deciden mostrarle la carta a uno de sus padres o a ambos. Si es el caso, no los regañes o te burles por lo que escribieron, esto sería un gran error que los llevará a perder la confianza en ti, y les dará el mensaje de: “uno no debe expresar sus sentimientos; es mejor reprimirlos y negarlos.” Esto, por razones obvias, les afectará en la vida de manera muy importante. Si no quieren mostrarte lo que escribieron, está bien; no los presiones o te molestes por ello. Después, tomando todas las precauciones necesarias, junto con tu hijo pongan la o las cartas en un recipiente adecuado, y ahora van a quemarlas. Una vez convertidas en cenizas, depositarán estas en la tierra de alguna planta o árbol. Este ritual es un hermoso y poderoso símbolo: el fuego transmuta y purifica la energía de enojo que se plasmó en ellas, convirtiéndola en un nutriente para las plantas, ya que las cenizas contienen minerales. Explícales esto a tus hijos. 

 

Escribir cartas para desahogar su enojo, seguidas del ritual mencionado, puede repetirse cuantas veces tus hijos lo sientan necesario a lo largo del tiempo que dure su proceso se duelo. Si los niños todavía no saben escribir, el juego es una excelente herramienta para expresar y procesar su enojo, como lo explicaré más adelante.

 

2.- Organiza en algún lugar de tu casa, lo que yo llamo “el rincón del enojo”.  Esto puede ser literalmente un rincón, o hasta una habitación completa de acuerdo al espacio con el que cuentes en tu hogar. Ahí, pondrás una o varias de las siguientes cosas, según se acomode a tu situación: cojines, una toalla vieja, alguna perilla de box con sus respectivos guantes, y cosas por el estilo. Así pues, cada vez que alguno de tus hijos se sienta enojado, en lugar de golpear a su hermano u otras personas, o de aventar, destrozar cosas y propinar insultos, irá al “rincón del enojo” para desahogarse, golpeando los cojines o la perilla de box, retorciendo la toalla, etc. Otras opciones son subir y bajar escaleras, darle una vuelta a la manzana corriendo o caminando con intensidad (obviamente, acompañado de un adulto si es un menor) o darse un baño. 

 

La razón para hacer este tipo de cosas es que, cuando se siente ese fuego de la ira encenderse en las entrañas se produce un fuerte desequilibrio bioquímico en el cuerpo. Se incrementa la producción de sustancias como la adrenalina, bilis, cortisol y otros químicos y hormonas que pasan al torrente sanguíneo. Se tensan los músculos y se acelera el ritmo respiratorio y cardiaco. El hacer  movimientos fuertes con el cuerpo, nos ayuda a metabolizar esos químicos que se han producido como resultado del enojo y a volver al equilibrio. De otra manera, nuestro cuerpo tardaría mucho tiempo en lograrlo y nos dolería la cabeza, el estómago, se inflamaría  nuestro intestino, etc. causándonos luego, problemas de salud más serios.

 

3.- Ayuda a tus hijos a transformar su enojo, en algo productivo. Los sentimientos son energía y por lo tanto puede ser canalizada hacia donde deseamos. El enojo es un fuerte motor que nos sirve para realizar cosas. Explícale  esto a tus hijos, e invítalos a transformar su enojo en creaciones, como escribir, pintar, hacer figuras de plastilina o yeso, crear una artesanía, componer una canción o pieza musical, hacer deporte, etc.

 

4.- En el caso de niños pequeños digamos menores de 7 años, podemos ayudarles a procesar su enojo, dolor y cualquier otro sentimiento ó conflicto interno, a través del juego. Este es el instrumento por el cual los niños comunican aun sus asuntos más profundos. Para el caso que nos ocupa, no necesitamos hacer nada directamente, sino sólo proporcionarles un tipo de juguetes que representen una familia: una familia de ositos, de vaquitas, de aviones, de muñequitos, o hasta de simples piedritas ó tablitas. El objetivo es que ese grupo de objetos den la idea de un papá, una mamá y unos hijitos. Aun cuando los objetos no tengan formas específicas, los niños inconscientemente percibirán en ellos el símbolo de “familia”, que dichos objetos representan y “actuarán”  sus sentimientos con cada uno de ellos.

 

No es necesario, y de hecho no es recomendable, que tú les expliques a tus niños que eso es una familia o que tal es el papá y esta es la mamá y estos los hijitos, y mucho menos que les expliques que al jugar con ellos manifestarán sus sentimientos.  Simplemente déjalos jugar a su manera, libre y espontáneamente, sin involucrarte en lo absoluto.  A mi me parece que es muy interesante ver a ratitos y “de lejos”, sin que los niños se den cuenta de que los estamos observando, porque nos ayuda a entender lo que hay en sus corazones. Aun cuando a veces lo que vemos pueda no gustarnos o incluso inquietarnos, nos será de gran utilidad para comprender cómo se sienten nuestros niños, sus conflictos internos y la necesidad de proporcionarle ayuda profesional si es el caso.  

 

Una madre se impactó al ver que su hijo de 4 años tomó al osito que representaba a la mamá, le dio unas buenas nalgadas, le gritó que era fea y mala y luego la aventó lejos, sin volver a involucrarla en su juego.  Esto, aunque no fue agradable para la mamá, la confrontó con la realidad de que eso era justamente lo que ella le hacía a su hijo: darle nalgadas, gritarle cosas feas y alejarse emocionalmente de él cada vez que se “portaba mal”, lo cual por cierto, lo hacía sentir a su vez enojado y resentido con ella, manifestando esto a través de la acción agresiva hacia la “mamá osa” en su juego. 

 

Cabe hacer la aclaración de que esto no es “terapia de juego”.  Esta es una corriente terapéutica más compleja, que debe ser manejada por un profesional experto en el tema, quien no sólo proporciona los juguetes al niño para que exprese y simbolice sus conflictos y sentimientos, sino que también le ayuda a elaborarlos y sanarlos.  El juego, como te lo propongo en los párrafos anteriores, es terapéutico en sí mismo, pero no sustituye de ninguna manera a la “terapia de juego” manejada por un profesional experto, la cual es altamente recomendable para los niños.  

 

Los duelos pueden superarse, eso es un hecho y las herramientas aquí presentadas son muy eficaces en el logro de ese objetivo. No obstante, como en repetidas ocasiones he insistido, es preciso que los padres tengamos la sabiduría para reconocer cuándo es necesario proporcionar ayuda profesional a nuestros hijos y ser maduros y valientes para tomar las acciones necesarias al respecto.  No hay excusas.  Aun cuando la situación económica de una familia no sea boyante, se puede encontrar ayuda terapéutica en diversas instituciones que la proporcionan, y la hacen completamente accesible para todos los niveles socioeconómicos. En México contamos con el  DIF  (Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia) y otras instituciones gubernamentales y no gubernamentales, que existen prácticamente en todas las localidades. 

 

 

Propuesta clave:

 

“Hija/o, entiendo que estés enojada/o conmigo (o con tu mamá/papá) porque nos estamos divorciando, eso es normal. Tienes nuestro permiso para estar enojada/o. Puedes hablarme de lo que sientes y no te voy a regañar. Algún día este sentimiento va  a pasar, no te preocupes”.

  

 

 

 

 

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