Temas para vivir mejor

Padres indiferentes


Paola es una destacada alumna en su escuela. Constantemente aparece en cuadros de honor y obtiene las más altas calificaciones de su grupo.  Cada vez que en la escuela se lleva a cabo cualquier tipo de festival: día de las madres, clausura del curso,  fiesta navideña, etc., la talentosa niña de 9 años participa en las obras teatrales, llevándose las palmas de todos los asistentes. 

 

Sus padres… ellos nunca asisten… ¡están tan ocupados! Y además, “¡esas obritas escolares son tan aburridas!” dice la mamá con desgano cuando le pregunto la causa de su ausencia. 

 

Paola me comenta que en cuanto sale a escena lo primero que hace es buscar entre la audiencia con la esperanza de que, esta vez, sus padres si hayan venido. Cuando se da cuenta de que no, “me da mucha tristeza, pero luego luego me concentro para actuar bien”, me dice mientras hace un enorme esfuerzo por no soltar el llanto. Le pedí que lo hiciera, y las lágrimas no se hicieron esperar. Lloró durante un buen rato sin decir palabra… y no era necesario… era más que obvia la razón por la que lo hacía. 

 

Aun cuando un niño reciba el reconocimiento de otros, como en el caso de Paola, necesita el de sus padres.  Para un niño, lo más importante es gustarle a estos y sabrá que es así, sólo si se lo hacen saber.  Nunca des por hecho que tu hijo está enterado de que lo amas, te agrada o estás orgulloso de él. Si no le hablas de ello, no lo podrá internalizar. Una criatura que no recibe palabras de aliento por parte de sus padres, ni el reconocimiento a sus esfuerzos y logros, termina convenciéndose de que estos no valen. Lo que hago surge de mi; si lo que hago no es valioso,  tampoco yo lo soy.

 

“La peor desgracia que le puede suceder a un ser humano, es pensar mal de sí mismo”, afrima Goehte   

 

 


 

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