Todos tenemos obligaciones congruentes con nuestra edad y con otra serie de variables relativas a cada persona. Así mismo, cada uno debemos observar ciertas normas de conducta que nos facilitan la vida y nos hacen las relaciones sociales más llevaderas. Nunca deberías premiar a un hijo por cumplir con sus obligaciones, tales como: hacer su tarea, recoger sus juguetes, cumplir un acuerdo, tender su cama, comer alimentos sanos, dejar de fastidiar a su hermano, cooperar en las tareas de casa, apagar la televisión o el videojuego cuando tú lo indicas, etc. Todas estas son cosas que deben hacer, y premiarlos por ello les da el mensaje de que al llevarlas a cabo te están haciendo un favor, cuando la realidad es que su cumplimiento es lo esperado y su omisión, inaceptable.
Conozco a una familia que es el vivo ejemplo de esta actitud. Los hijos de 9 y 7 años, repiten constantemente después de casi cada una de las indicaciones que sus padres les dan: "¿y qué me vas a dar?" ó "bueno, pero me compras algo". A estos padres, como a tantos otros, les cuesta muchísimo expresar la respuesta radical, firme, concreta y definitiva que esta actitud amerita: "¡NADA!" "¡NO!"... ¡y punto!
Es de suma importancia que recuerdes que a cualquier edad, es muy probable que tus hijos inconscientemente, te pongan a prueba para ver si hablas en serio. Esto es muy común que suceda, sobre todo cuando los padres por lo general no cumplen lo que dicen y por lo tanto su credibilidad ante sus hijos se ha debilitado. Esta “etapa de prueba”, significa que tus hijos no cumplirán los acuerdos, incluso tal vez repitan la conducta indeseable mucho más que antes, con la intención (inconsciente), de confirmar que hablas en serio y de saber qué esperar.
Si eso te sucede no te desesperes ni claudiques; créeme que si tú eres consistente en cumplir las consecuencias SIEMPRE que sea necesario, las cosas funcionarán. Refrena tus ganas de gritar, advertir, sermonear, y simplemente ocúpate de cumplir con lo que has establecido. Lo demás viene por añadidura.