Saber que tantos niños reciben abuso en este mundo, a mí me causa muchísimo dolor y rabia. Por eso escribí mi libro ¡Con golpes no!, para hacer conscientes a los padres de lo que el abuso ocasiona y de que existen otras formas sumamente efectivas de educar a los hijos, sin golpes.
Hay diversas formas de abuso hacia los niños: el sexual, el físico, el psicológico, el laboral y la negligencia. Lamentablemente, muchos niños y niñas en el mundo sufren uno, varios, o incluso todos los tipos de abuso. Este, dentro del contexto que en este apartado nos ocupa, puede ser una de las razones por las que un niño tiene que “vigilar”.
Cinthya[1] creció en una familia con dos hermanos varones y unos padres indiferentes y ausentes, que cuando ella tenía 6 años se divorciaron. El irresponsable padre se desentendió de ellos y nunca más los buscó o apoyó financieramente ni en ninguna otra forma. La mamá, con sus hijos, se fue a vivir a casa de su madre, la abuela materna de Cinthya, en la que habitaba su tío solterón de cuarenta y tantos años; un bueno para nada mantenido y consentido por mamá que se sentía con derecho a tomar lo que le diera la gana… como si todo mereciera… como si el mundo entero y todos sus habitantes estuviéramos aquí para servirle.
Unos pocos días después de que llegaron a vivir ahí, el tío comenzó a entrar a la diminuta recámara de Cinthya en medio de la noche, y mientras ella dormía el perverso hombre la tocaba. En un momento dado ella despertaba, pero se quedaba inmóvil fingiendo seguir dormida sin saber qué hacer, llena de miedo, vergüenza, confusión y asco. Al paso de los días, el tío fue avanzando en sus acciones de abuso, y en un momento dado ya no sólo la tocaba, sino que se masturbaba mientras lo hacía.
Como casi todos los niños abusados que, por miedo, amenaza, confusión y vergüenza no cuentan lo que les pasa, Cinthya tampoco lo hizo. Temía decirle a mamá porque pensaba que ella no le creería, y si lo hacía, se detonaría un gran problema familiar que ocasionaría que la abuela -con la cual su mamá ya de por sí tenía pésima relación-, los echara de la casa, quedándose ella y su familia literalmente en la calle. Tristemente, al igual que Cinthya, muchos niños abusados “se inmolan” soportando el abuso para proteger a su familia de algo.
Cinthya ya no podía más. Una noche descubrió que, si en lugar de quedarse quieta fingiendo estar dormida se movía, como pretendiendo que estaba comenzando a despertar, el tío de inmediato detenía sus acciones y salía de la recámara a toda prisa, por miedo a ser “pillado”. Entonces estableció esa como su estrategia para ahuyentarlo y así protegerse de su asqueroso abusador.
Al paso de unos días, las noches de Cinthya estaban llenas de angustia y se esforzaba para no quedarse dormida, aunque en un momento dado el cansancio la vencía. Sus esfuerzos por no abandonarse al sueño tenían el objetivo de mantenerse alerta y pendiente del momento en el que el tío entrara, y así, desde el primer segundo de su presencia en la recámara, usaría la estrategia que había descubierto para ahuyentarlo.
Esto funcionó para alejar al hombre cada noche, pero fue el inicio de un patrón que se estableció como un mecanismo de auto protección y sobrevivencia.
Después de un año de vivir en casa de la abuela, la madre de Cinthya y sus hermanos pudieron mudarse a su propio espacio, lo cual representó un tremendo alivio para ella. El tío ya no entraría a su recámara cada noche, pero el mencionado patrón de mantenerse alerta “vigilando” ya se había instalado fuertemente en la psique de Cinthya, como resultado de la traumática situación que vivió durante un año. Dicho patrón permaneció prácticamente el resto de la infancia, la adolescencia y parte de la juventud de Cinthya, hasta sus 34 años cuando decidió buscar ayuda profesional para atender su insomnio que ya se había vuelto insostenible.
Cuando le indiqué que “observara” su patrón de insomnio, fue sumamente útil lo que descubrió: se caracterizaba por un par de horas de sueño profundo cuando se quedaba dormida, seguido por despertares intermitentes y abruptos por el resto de la noche, cada uno de los cuales duraba alrededor de media hora, antes de que pudiera nuevamente conciliar el sueño hasta la siguiente interrupción. Cinthya se impresionó cuando cayó en la cuenta de que justamente así era su forma de dormir durante el año en el que vivió en casa de su abuela soportando a su pervertido abusador.
Observar el propio insomnio desde afuera, como un espectador, es un paso muy importante en el proceso de resolverlo. Lo que se encuentra al hacerlo es material valiosísimo para comprender el núcleo psicológico que lo alimenta y lo perpetúa y, por consiguiente, para encontrar el mejor camino de solución.
[1] Todos los nombres que se mencionan se han cambiado para proteger la intimidad de las personas.