La adicción es una enfermedad primaria, progresiva, sistémica, incurable, tratable y puede ser mortal.
Sus síntomas y signos son: negación, pérdida de control, conducta de búsqueda, obsesión y compulsión.
Las causas o raíces de la adicción son: herencia, anormalidades en el metabolismo, factores bioquímicos y neurofisiológicos (alteraciones en la química del cerebro), y otros factores no orgánicos que tienen influencia sobre la enfermedad. (sensaciones muy placenteras al consumir, medio ambiente, inicio a temprana edad, creencias favorables al consumo, desórdenes de carácter.)
Según las investigaciones, 15% de las mujeres que tienen familiares adictos heredan la predisposición genética a la adicción y 30% de los hombres.
Las personas alcohólicas tienen ciertas anormalidades en los genes, que causan alteraciones en sus enzimas, que a su vez provocan anormalidades en el metabolismo del alcohol.
Los adictos en general, poseen anormalidades genéticas que hacen que su cerebro no produzca cantidades normales de dopamina y otros neurotransmisores relacionados con sensaciones placenteras; su cerebro tiene a su vez, menor cantidad de sitios receptores de dopamina, que un cerebro normal.
La adicción, como enfermedad progresiva que es, tiene etapas con signos y síntomas particulares en cada una de ellas.
La recuperación es un proceso de renacimiento y liberación, que implica la convicción absoluta del adicto y el trabajo comprometido en todas las áreas de su vida.
Hay una diferencia real entre adicción y abuso de alcohol y/o drogas.
Una persona se convierte en adicta por causas genéticas, neurofisiológicas y bioquímicas, no psicológicas.
Una persona adicta no puede consumir con control y aunque tenga mucho tiempo sin consumir, si lo vuelve a hacer, de nuevo quedará “enganchada”. La adicción es todo, o nada.