Temas para vivir mejor

Padres injustos


Cuando los padres se comportan de manera injusta, promueven la rivalidad y antipatía entre los hermanos, el resentimiento de sus hijos hacia ellos, y la sensación –en los menos favorecidos-  de no ser tomados en cuenta, y con ello, ser inferiores. Esto les lastima mucho.

 

Existe una gran cantidad de personas que en su infancia vivieron injusticias y favoritismos hacia un hermano, por parte de sus padres; muchos de ellos han arrastrado esa rivalidad con sus hermanos que se gestó desde que eran niños, hasta la edad adulta y también el dolor de saberse el no favorito. En estos casos, es muy común que en eventos familiares como navidad o cualquier otro donde se reúne la familia, al calor de los tragos –cuando las defensas se bajan y surgen las verdades reprimidas-, explotan los reclamos entre los hermanos, a veces de temas tan viejos que se remontan a su infancia.

 

Estos sinsabores son producto de las injusticias cometidas por los padres. 

 

¿Pero qué lleva a unos padres a ser injustos? En algunos casos, la simple incapacidad de “ponerse en los zapatos” de los hijos no favorecidos, y entender que las diferencias que hacen entre sus hermanos, les lastiman.  En otras ocasiones, se trata de que en los hijos no favorecidos proyectan asuntos no resueltos de su propia vida, lo cual los conduce a sentir rechazo hacia ellos. 

 

La vida de Diego, de 15 años, está plagada de injusticias por parte de sus padres.  Es el tercero de 4 hijos, de los cuales 3 son buenos deportistas; Diego de triatlón y sus hermanos de artes marciales. Los tres jóvenes obtienen casi siempre los primeros lugares en las competencias en las que participan.  Los padres asisten sin excepción a TODAS las de los hermanos de Diego, donde quiera que se lleven a cabo, pero cuando se trata de este hijo, asisten sólo de vez en cuando, porque les surgen ocupaciones o eventos sociales o cualquier otro imprevisto.  

 

Así mismo, en la sala de la casa hay un gabinete saturado de videos (algunos realizados por profesionales) relativos a las competencias, entrenamientos, y premiaciones de sus hermanos, pero de Diego, sólo existe un par. Y aun cuando él es el más sobresaliente y el que mejores lugares ha obtenido, sus trofeos se exhiben en el estudio, pero los de sus hermanos en la sala, a la vista de todo el que llegue de visita.

 

Diego ha comenzado a mostrar signos de una conducta obsesiva y tremendamente autoexigente con respecto a sus entrenamientos y cuando no obtiene el rendimiento que se ha propuesto para sus prácticas o el primerísimo lugar en una competencia, se deprime profundamente, más allá de la desilusión o tristeza normales que una situación así pudiera generar.

 

Un factor que indiscutiblemente se encuentra detrás de estas conductas de extrema auto exigencia que presenta Diego, es la esperanza, el enorme deseo, la inmensa necesidad de que sus padres lo vean: Si me convierto en el mejor…. Todavía mejor… tal vez logre que mis padres me tomen en cuenta, me manden hacer videos profesionales como a mis hermanos, asistan a mis competencias y exhiban mis trofeos. No es que así lo razone, es más bien una cuestión inconsciente. 

 

Cuando los padres que como en el caso de Diego, presentan una conducta de injusticia y exclusión hacia un hijo, necesariamente están proyectando en él algunos asuntos no resueltos de su propia vida o  sentimientos que aunque son muy difíciles de reconocer, es muy natural como padres sentirlos, como pueden ser el rechazo o envidia hacia el hijo, o cualquier otra faceta de su vida, que inconscientemente ven proyectada en él.

 

Daniela es una niña de 9 años. Su madre no deja pasar cualquier ocasión especial para comprarle a su hija Janet de 6, un atuendo nuevo para estrenar. Sin embargo, a Daniela no, porque: “como ella es gordita casi nada le luce. Cuando adelgace le compraré ropa para ocasiones especiales”, dice la madre con frialdad.

 

La proyección inconsciente que la mamá de Daniela presenta es un fuerte y muy negado rechazo hacia esta hija, porque al verla “gordita” le recuerda a sí misma cuando era también una niña con sobrepeso. Igual que ahora ella hace con su hija, también su madre la rechazaba, la criticaba y hacía grandes diferencias entre ella y sus hermanas.  Cada vez que ve a su hija Daniela, en realidad ve esa niña obesa y rechazada  que ella fue. Una criatura que por cualquier razón  es rechazada, aprende a rechazarse también y esto inevitablemente lo proyectará en sus propias hijas o hijos.

 

Conozco una familia compuesta por 2 hermanas ya adultas.  La madre fue extremadamente injusta durante toda la vida, favoreciendo siempre a una de ellas y este patrón lo llevó hasta su muerte. Cuando el testamento fue leído,  las hijas vieron con enorme sorpresa, que a la favorita le había heredado su casa con todo y los muebles, las hermosas y valiosísimas joyas de la abuela y el dinero de la cuenta de banco. A la hija no favorecida, sólo los cubiertos de plata. 

 

Sobra decir que este hecho generó entre las hermanas, un abismo aun más grande del que ya se había creado desde su infancia.

 

Así pues, ser padres injustos es un camino infalible que alimenta en los hijos no favorecidos la sensación de ser invisibles. 

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