Temas para vivir mejor

Mitos y Realidades sobre la adicción:


A veces me siento abrumada por la cantidad de mitos que escucho alrededor de la enfermedad de la adicción; por los pésimos manejos que los profesionales de la salud hacemos cuando la desconocemos (yo también los he hecho) y por los crueles juicios que se lanzan hacia los adictos; todo ello debido a la simple desinformación que nos lleva a inventar mitos o creernos los que ya están. 

       Y no nos culpo del todo, porque vivimos en una sociedad que desconoce muchas cosas e inventa muchas otras.  No nos culpo, pero sí nos responsabilizo de la decisión de movernos, o no, a buscar la verdad.

       Yo creo que una de las cosas muy difíciles para los seres humanos es cambiar nuestros paradigmas o nuestras creencias falsas respecto a algo, porque el hacerlo implica empezar de cero y esto nos resulta incómodo.  Muchas veces preferimos seguir manteniendo ideas o creencias que no funcionan, con tal de no incomodarnos en buscar otras que nos resulten más funcionales y útiles.

       Y esto también pasa en el tema de la adicción. A pesar de años de investigación, todavía una gran cantidad de  gente se resiste, en primer lugar, a aceptar que es una enfermedad, y en segundo, a interesarse en conocerla.

       A continuación expondré  interesantes mitos y realidades sobre el tema; algunos de ellos provenientes de mi propia experiencia y otros basados en las aportaciones de los reconocidos Doctores Katherine Ketcham y William F. Asbury, autores de una buena cantidad de artículos y libros sobre adicción.

MITO:   La gente se vuelve adicta porque tienen problemas emocionales o psicológicos.

 La realidad es que los adictos tienen básicamente los mismos problemas emocionales o psicológicos que cualquier persona, pero éstos se agravan y aparecen otros, por causa de la adicción.

“La fisiología, no la psicología, determina si un bebedor se convertirá en adicto y otro no”,  dice la doctora Katherine Ketchman.

Los padres de hijos adictos nos culpamos terriblemente cuando nos enteramos de que nuestro hijo(a) está consumiendo drogas o tiene problemas con su  forma  de beber alcohol. De hecho, he escuchado a muchas personas, incluso profesionales de la salud, decir: “los jóvenes consumen drogas o alcohol porque no tienen amor en sus hogares, o porque en ellos hay problemas”. Y puede que sea cierto en muchísimos casos, pero no es la razón por la cual un joven se convierte en adicto.

Indudablemente, los padres  somos responsables en gran medida. Indudablemente, muchos hijos consumen alcohol y/o drogas  para evadirse del sufrimiento que les causan los problemas en su entorno familiar, pero ésta es la realidad: si un joven está enfermo de adicción, es decir, heredó la predisposición genética a la enfermedad,  no importa cuán amado y cuán sano y funcional sea su hogar, en el momento en que ese joven, por curiosidad, o por cualquier razón pruebe una droga o comience a beber alcohol, se despertará en su cuerpo en general, y en su cerebro en particular, la semilla de la adicción que hasta entonces estaba dormida. 

No obstante, sin lugar a dudas, los padres somos responsables de informar a nuestros hijos sobre los riesgos y consecuencias de consumir drogas y alcohol, de  poner límites bien claros al respecto y del manejo que hacemos de la situación si nuestro hijo(a) está consumiendo.

Más adelante comentaré aspectos importantes sobre la “prevención”.

 

MITO: Los adictos son personas débiles, sin fuerza de voluntad, pero pueden aprender a controlar la cantidad de drogas o alcohol  que consumen. Todo es cuestión de fortalecer su voluntad.

La realidad  es que la adicción no tiene que ver con debilidad o falta de fuerza de voluntad, y los adictos no pueden  beber alcohol o consumir drogas  “con control”, lo cual es causado por el proceso neurofisiológico, bioquímico y metabólico que se despierta cuando las sustancias ingresan en el cuerpo. Para lo que la fuerza de voluntad les va a servir, es para mantenerse sobrios y comprometidos con su programa de recuperación.

Los autores citados en párrafos anteriores, comentan en su libro “Beyond the Influence” Understanding and Defeating Alcoholism (“Más allá de la Influencia”. Comprendiendo y derrotando al alcoholismo), un interesante experimento que duró dos años, llevado a cabo por Mark y Linda Sobell en 1972,  con el fin de demostrar que es posible enseñar a alcohólicos severos cómo beber con moderación.  Los Sobell reportaron  que el experimento había sido todo un éxito, ya que 19 de los 20  alcohólicos con los que trabajaron, aprendieron a controlar su forma de beber.

Diez años después, los psicólogos  Mary Pendery  e Irving Maltzman demostraron, en un cuidadoso estudio de seguimiento, que 13 de los 20 pacientes fueron hospitalizados dentro del primer año de estudio. Otros 3 estaban bebiendo en exceso, más que nunca antes y experimentando fuertes problemas relacionados con el alcohol. 3 de los 4 sujetos que quedaron tenían un record de repetidos arrestos por conducir ebrios. En 1983, 5 de los 20, todos menores de 42 años,  murieron por causas relacionadas con el alcohol. 

Sólo un sujeto continuó bebiendo “bajo control” y después de una cuidadosa valoración de su historial médico y social, Pendery y Maltzman concluyeron que el paciente probablemente  fue mal diagnosticado como alcohólico.

Es claro que el experimento no fue un éxito como se afirmó, sino un desastroso fracaso.

Este mito, por razones obvias,  es extremadamente peligroso.

“Por cerca de 4 décadas, los investigadores han estado tratando de probar que los alcohólicos pueden beber con control. Los resultados finales pueden ser recapitulados en dos palabras: NO PUEDEN. Dados los hechos acerca de la adicción cerebral, esto no nos sorprende. El alcoholismo no es un hábito psicológico, un signo de falta de fuerza de voluntad o debilidad emocional, o una respuesta aprendida a un trauma emocional, psicológico o físico. El alcoholismo es una enfermedad neurológica transmitida genéticamente.”[1]

 

MITO: Si un adicto deja de consumir por un buen tiempo (desde varios meses hasta años), puede volver a hacerlo de vez en cuando, sin problema ni riesgo.

La realidad es que no importa cuántos años tenga un adicto sin consumir alcohol o drogas, si lo vuelve a hacer, volverá a quedar “enganchado”. 

Esto explica porqué se dice que la adicción es una enfermedad “incurable”, lo que significa que siempre estará ahí, pero también es “tratable”, lo que significa que puede aprender a vivir con una gran calidad, sin tener que consumir drogas y/o alcohol. 

. Por eso, cuando un adicto deja de consumir no se le llama “ex adicto”, sino “adicto en recuperación” y cuando está consumiendo, se le llama “adicto en actividad”.

Algunas personas critican el hecho de que en los grupos de alcohólicos, narcóticos o fumadores anónimos, cuando uno de los miembros pasa a la tribuna, comienza diciendo:  “hola, me llamo ‘fulanito’ y soy alcohólico (o adicto)”. Pero lo hacen, justamente para recordarse a sí mismos, cada día, que no pueden volver a consumir, porque ya conocen las consecuencias. Y a fin de cuentas es la verdad.

Indudablemente es posible que ocurra un milagro y un adicto deje de serlo, es decir, desaparezca de su cuerpo ese problema genético, metabólico, neurofisiológico y  bioquímico. Cosas como esas  ocurren y todo es posible, pero ésta realidad acerca de la adicción, que hemos descrito, es y existe.

Por lo tanto, la ÚNICA solución para un adicto es: NO VOLVER A CONSUMIR, NUNCA, ALCOHOL O DROGAS. 



[1] “BEYOND THE INFLUENCE” Katherine Ketchman y William F. Asbury Bantam Books. Abril de 2000 pág. 88 (párrafo traducido por la autora)

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