Temas para vivir mejor

LA INCERTIDUMBRE:


 

En este contexto, definimos la incertidumbre como un estado emocional y mental que proviene del desconocimiento y la falta de certeza sobre algo que puede suceder. Es una conciencia de que hay numerosas posibilidades, resultados inciertos, múltiples direcciones que la situación puede tomar y probabilidades casi infinitas del desenlace que puede ocurrir. En dicho escenario, el miedo florece en todo su esplendor. 

 

Existen en la vida un sinnúmero de situaciones sobre las que no tenemos control y que, por lo tanto, son generadoras de incertidumbre. No obstante, podemos echar mano de herramientas efectivas para hacerles frente. Algunas de ellas te las plantearé más adelante. Por ahora, revisemos algunos aspectos importantes sobre la incertidumbre.

En la Universidad de Maastricht, en los Países Bajos, se llevó a cabo un experimento en el cual se crearon dos grupos de participantes. Los miembros de ambos grupos sabían que recibirían 20 descargas eléctricas; no obstante, a uno de ellos -llamémosle grupo 1-, se le informó que dichas descargas serían intensas, y las recibirían de manera consecutiva; pero al otro grupo -llamémosle grupo 2-, se le anunció que recibiría 17 descargas moderadas y 3 intensas, pero ignoraban cuándo tendrían cada una de ellas. Fue muy interesante lo que los resultados arrojaron: los integrantes del grupo 2 mostraron más signos de ansiedad y temor, tales como sudoración y aceleración del ritmo cardiaco y respiratorio, comparados con los participantes del grupo 1, quienes, al conocer con certeza que cada una de las 20 descargas consecutivas sería intensa, presentaron menos signos de temor y ansiedad, debido a que sabían perfectamente qué esperar.[1]

Otros estudios han demostrado que, cuando una persona que presenta una enfermedad congénita y degenerativa se somete a análisis clínicos que le confirman que su enfermedad se presentará en algún momento de su vida, puede ser más feliz que una persona con la misma enfermedad, pero sin la confirmación de si se manifestará o no en el futuro. 

Otras situaciones de la vida en las cuales la incertidumbre juega un papel importante como generadora de estrés son, por ejemplo, cuando en una empresa se corre el rumor de que habrá despidos, sin que se ofrezca información clara y directa a los empleados por parte de los directivos. El nivel de estrés que esto puede causar es altísimo. 

Parece ser, pues, que los seres humanos “preferimos” conocer con la mayor certeza posible una información, aun cuando ésta sea desagradable, que permanecer en la incertidumbre, aun cuando la que está por venir pueda ser mucho mejor. 

La necesidad de certidumbre se muestra en todo su esplendor en infinidad de situaciones de la vida. Por ejemplo, cuando una persona se ha perdido y su doliente familia desconoce si sigue viva o ha fallecido. Por duro que parezca, en un caso como este es “mejor” (si es que esa es una palabra válida) encontrar pruebas irrefutables de que ha muerto, -como lo es su cuerpo sin vida-, que pasar el resto de la existencia con la incertidumbre que calcina y tortura. Si hay que elegir entre una de ambas devastadoras alternativas, la “menos peor” es la primera. Así la familia podrá dar un cierre y vivir su duelo con la esperanza de algún día encontrar paz y consuelo. La incertidumbre no permite alcanzar dicho objetivo.

Otro ejemplo de esta índole, lo encontramos en las historias de niños cuyo padre o madre los abandonó. Simplemente, un día se fue. Estas criaturas pasan la vida esperando… confusos, inciertos, expectantes. ¿Vendrá para mi cumpleaños?, ¿para navidad quizá?, ¿regresará algún día?, ¿cuándo? Esta incertidumbre les llega a generar altos niveles de desasosiego y ansiedad, que acarrean hasta la edad adulta, manifestándose a través de un sinnúmero de síntomas emocionales, físicos y relacionales. 

Sucede algo parecido cuando se trata de la espera por el diagnóstico de una enfermedad. La tortura mental y emocional que se puede llegar a experimentar en el lapso de tiempo en el que se aguarda por los resultados, es inmensa. Con frecuencia he conocido casos donde tanto la persona enferma como sus familiares, experimentan un extraño descanso cuando se le pone nombre al problema, es decir, cuando se ha identificado un diagnóstico, que permite saber a qué se están enfrentando y tomar acciones para resolverlo, o para intentarlo al menos. 

En el caso de la ruptura de una relación, la incertidumbre juega un papel fundamental en el proceso de poder “dejar ir” al ser querido que así lo ha decidido, y concluir el proceso de duelo por la pérdida. La ambigüedad de los mensajes y la falta de determinación en las acciones del que se va, hacen mucho más difícil el proceso de separación. Por eso es que los mensajes claros y las acciones congruentes con la decisión son un acto de misericordia para el que se queda. 



[1] Arntz, A., Van Eck, M., & de Jong, P. J. (1992). Unpredictable sudden increases in intensity of pain and acquired fearJournal of Psychophysiology, 6, 54-64.

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