En mi entrenamiento para terapeuta en adicciones que recientemente había comenzado a estudiar, conocí a la bendita Manon Vachez, experimentada terapeuta en adicciones, excelente maestra y expositora y hermosísimo ser humano. Mi hijo aceptó ir a terapia con ella, y siempre la bendeciré por su invaluable ayuda para la recuperación de mi hijo.
También le estuve dando flores de Bach [1], que lo ayudaron infinitamente a cortar el consumo de drogas y a lidiar con su síndrome de supresión al haberlas dejado; así como vitaminas, tés, buena alimentación y muchísimo amor, pero también límites bien claros y firmes, todo lo cual lo ayudó a salir adelante.
Dejar las drogas o el alcohol no es nada fácil, pero es posible con la absoluta convicción del adicto y el apoyo necesario para ello. Las recaídas[2] son comunes en las primeras semanas o meses, incluso pueden presentarse después de años de no consumir. El proceso de recuperación de un adicto no termina, es un asunto de toda la vida; cada día hay que renovar la decisión de mantenerse lejos de las drogas y el alcohol.
Así pues, después de unas tres semanas de no consumir, mi hijo recayó. Noté de nuevo esos signos en los que ya me había vuelto experta; busqué en su recámara y encontré una bolsita de cocaína. De inmediato llamé a su terapeuta, mi maestra Manon Vachez y le pedí que nos recibiera a mi ex esposo y a mi en la siguiente cita que tenía con mi hijo.
Acudimos los tres. Ella hizo un sabio manejo de la situación y le dijo a Paco que estábamos enterados de que había vuelto a consumir; nos pidió a mi ex esposo y a mí que le dijéramos a nuestro hijo qué pensábamos hacer si seguía consumiendo.
Su papá le dijo que ya no contaría con él, que no le pagaría la escuela, ni le daría ninguna clase de apoyo. Que su apoyo era total y absoluto, sólo si quería seguir adelante en su recuperación.
Yo le dije:
- Hijo, la primera vez que te conectaste con las drogas en gran parte fue por ignorancia tuya y nuestra, creíste que podías experimentar y probar sin saber que tenías la predisposición genética a la adicción y te ibas a quedar atrapado[3]. Pero ahora ya tienes toda la información necesaria para entender tu enfermedad y el porqué si vuelves a consumir, te volverás a quedar atrapado. De tal manera que, si lo vuelves a hacer, esta vez es por decisión, no por ignorancia, y si esa es tu decisión hijo mío, te vas de la casa de inmediato, aunque me tenga que amarrar a mí misma para no salir corriendo tras de ti; aunque se me destroce el corazón, pero no voy a “ayudarte” en esto.
Manon Vachez remató con unas sabias palabras:
- Paco, lo que tus papás te están diciendo es que no te van a ayudar a que te mueras.
Después le recordó –por si lo había olvidado- una parte de la información sobre adicciones que ella ya le había explicado en sesiones anteriores, que venía totalmente al caso para que entendiera por qué era TAN IMPORTANTE el hecho de que estuviera consumiendo otra vez.
Luego le pidió que tomara una decisión y la expresara en voz alta, que por cierto fue dejar de consumir y seguir en su proceso de recuperación, para lo cual hicimos TODOS ciertos compromisos.
Realmente, en las cinco semanas que mi hijo estuvo fuera de casa, tocó fondo, viviendo cosas que de ninguna manera quería volver a experimentar. Él me dijo que tenía una constante ansiedad e incertidumbre que a veces llegaba a niveles insoportables; soledad, hambre, miedo, y la dolorosa sensación de ver que su autoestima estaba por los suelos y su vida se le estaba yendo en picada.
¡Parece tan extraño que dejar que un hijo viva experiencias dolorosas o por lo menos desagradables, sea un acto de amor!. Pero lo es. Esa es quizá la más misteriosa cara del amor.
Y entonces siguió adelante. Los nuevos amigos y su nueva novia, fueron indispensables en su proceso de recuperación. Jóvenes que eran capaces de divertirse sanamente, de disfrutar la vida, de pasarla muy bien, sin consumir ningún tipo de drogas. Me maravilló la sabiduría de su novia para brindarle apoyo sin ninguna actitud de codependencia o sobreprotección.
Mientras mi hijo se recuperaba, también su hermana, su padre y yo.
Un día venía yo de regreso de mi consultorio a casa y me detuve en un semáforo en rojo. A unos metros de mí estaba una patrulla de policía que acababa de detener a un par de adolescentes. Los policías estaban revisándolos y al vaciar las bolsas de sus pantalones encontraron unas bolsitas con cocaína, igualitas a las que varias veces yo había encontrado en los pantalones de mi hijo. Tomaron a los jóvenes del brazo y ante mis horrorizados ojos los metieron a la patrulla.
La luz roja del semáforo cambió a verde y bajo la presión del claxon de los coches tras de mí, arranqué bañada en lágrimas, con una revolución de sentimientos agolpándose dentro de mi. Por un lado quería correr a sacar a esos jóvenes de la patrulla, por otra parte deseaba que con eso ellos tocaran fondo y dejaran de consumir, por otro lado agradecía tanto que no le hubiera pasado eso a mi hijo, por otra parte maldecía con todo mi ser al alcohol y las drogas. Y llorando a todo lo que daba me orillé porque no podía seguir manejando; y entonces con toda mi intensidad le dije a Dios: ¡¡¡por qué existen las drogas y el alcohol!!! ¡Por favor haz algo para que esto se acabe en el mundo! ¿¡Por qué existe?! ¡¡¡Por favor haz algo!!!
Unos momentos después continué mi camino a casa, durante todo el cual no deje de llorar y repetirle a Dios una y otra vez lo mismo.
Llegué a casa y tome unas botellas de refresco vacías como símbolo del alcohol, y unas “drogas imaginarias” y empecé a destruirlas con un palo, con una rabia que me sorprendió a mi misma, con una impotencia que me lastimaba profundamente, llorando, lamentándome, maldiciendo todas esas sustancias que tanto daño causan en la vida.
Sin proponérmelo, sin ser consciente de ello, a través de esa reacción, hice un ritual que me sirvió en el proceso de mi propia recuperación.
Después de algunas horas, cuando me sentí más tranquila me dije a mi misma: “sé que no son las sustancias, sino el uso que se les da. Sé que nada es bueno ni malo, es el cómo y el para qué lo que los convierten en uno u otro. Pero, ¿qué puedo hacer por el mundo en relación a los horrores de las adicciones?”... Y mi decisión fue: “Cada día, por el resto de mi vida, voy a orar por los adictos de todo el mundo, con todo el respeto y el amor de que soy capaz.”
Las historias de los adictos son terroríficas y cargadas de sufrimiento para ellos y los que les rodean. En el centro de recuperación donde llevé a cabo mi entrenamiento para terapeuta en alcoholismo y adicciones, conocí historias espeluznantes, más allá de toda imaginación. “La realidad sobrepasa a la ficción”, se dice, y por lo menos en el tema de las adicciones, esto es verdad.
Pero también, dentro de esas historias, se encuentran hechos inexplicables y maravillosos que definitivamente no tienen explicaciones racionales y van más allá de nuestra naturaleza humana: los llamamos MILAGROS.
[1] Medicina alternativa reconocida por la Organización Mundial de la Salud. Desarrollada por el Dr. Edward Bach, que consiste en la ingestión de ciertas esencias de flores que trabajan profundamente en la curación de estados emocionales y mentales.
[2] Se le llama así al hecho de que un adicto que ha dejado de consumir por cierto período de tiempo, vuelve a hacerlo.
[3] Explicaré estas ideas en la segunda parte del libro.