Temas para vivir mejor

La falta de compromiso


Hasta hace unos meses, yo tenía un cierto concepto acerca de una persona (llamémosle Sandra). La admiraba enormemente porque jamás se involucraba en chismes ni se prestaba a conversaciones donde se estaba criticando a alguien. Realmente la admiraba por eso –y todavía lo hago porque tiene mucho por lo cual ser admirada-. 

 

No obstante, una situación que recientemente sucedió me hizo darme cuenta de que específicamente ese rasgo de no involucrarse en chismes o conversaciones enjuiciadoras, más que deberse a  madurez y sabiduría, se debía a miedo y falta de compromiso.

 

La situación que me reveló esto fue que una persona muy cercana a Sandra, inventó una impresionante retahíla de falsas acusaciones sobre su hermana. Los inventos ensuciaban injustamente la imagen de la acusada y tenían el único propósito de proteger la imagen de la mentirosa acusadora, encubriendo ciertos errores que había cometido.

 

Mientras Sandra me platicaba, mi indignación crecía y esperaba ansiosa el momento de escuchar lo que ella, que sabía que todo eso era mentira, había respondido o hecho.  ¡Pero respondió NADA… hizo NADA! aún sabiendo que todas esas historias que en verdad afectaban a su hermana, eran falsas.

 

Cuando le cuestioné como pudo entrar a ese juego sin hacer o decir nada, me respondió: “es que esas cosas me dan miedo”.

 

Para sostener nuestra opinión, nuestra palabra y hasta nuestras críticas, se necesita compromiso. Algo de lo que los seres humanos actualmente  estamos en crisis.

 

No se si tengo razón, sólo hablo en base a lo que veo.  ¿Qué ha pasado con esos hombres (y mujeres), cuya palabra era suficiente para saber que cumplirían con algo? ¿Por qué muchos ni firmando la cumplen? ¿Por qué hablamos como si las palabras  fueran sólo sonidos sin fuerza ni significado? ¿Por qué con esas palabras pronunciadas vanamente establecemos compromisos que van desde un: “te llamo mañana”, “te lo mando el viernes”, “te pago el día 15”  hasta un: “te doy mi palabra”… que luego, con la mano en la cintura, no cumplimos?; y peor aun, ni siquiera damos la cara para disculparnos por no haberlo hecho. Algunas personas incluso,  en el momento en que están expresando el compromiso, ya saben que no lo van a cumplir.

 

Estas cosas suceden todos los días, en todas partes. Se han convertido en lo “normal”. Cuando encuentro una persona que cumple lo que dice, que llega a la hora en que quedó en llegar, que llama el día en que quedó de llamar, que hace lo que quedó de hacer, la valoro como se valora un vaso de agua en el desierto. 

 

Hace unos días le dije a una persona de este tipo que recientemente conocí: “no te imaginas cuánto valoro y disfruto interactuar contigo, que cumples lo que dices”. Y me respondió: “Ay Martha, yo siento igual respecto a ti.  Hace poco le estaba diciendo a mi esposa que necesitaba con urgencia conocer a personas que tuvieran palabra, porque estaba a punto de perder la confianza”.

 

Pero entiéndeme bien querido lector.  No quiero decir que yo sí lo hago bien y los demás mal; que yo soy totalmente congruente, que cumplo todo lo que digo y que nunca invento excusas.  Lo que sí es totalmente cierto, es que he hecho un compromiso con la verdad, con la autenticidad y con la integridad, que en el fondo quizá sean lo mismo.

 

Este compromiso significa que tengo la absoluta voluntad de reconocer cuando estoy siendo incongruente, inventando excusas o auto engañándome, y modificar de inmediato esa conducta. 

 

¿Algún día mis patrones de autoengaño e incongruencia, aprendidos y repetidos durante años, desaparecerán del todo? Yo creo que si, pero ¿quién podría asegurarlo? De lo único que tengo la certeza, es de mi decisión a respetar mi compromiso de abrazar y serle fiel a la Verdad que amo... La Verdad que me hace libre.

 

 

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