El Divorcio es una experiencia devastadora. Quienes hemos pasado por uno, lo sabemos. Algunos lo consideran un fracaso, otros una liberación y para otros más es un acto de honestidad y valor. Tal vez tenga algo de los tres… y más…
Sea como sea, el divorcio es una opción que elegimos; una decisión que tomamos porque consideramos que es lo mejor; porque hasta ahí pudimos llegar.
Según un informe de INEGI presentado el 14 de febrero del 2008, el 12.3% de los matrimonios en México, se divorcian.[1] El divorcio existe en todo el mundo, ocupando Suecia el primer lugar, donde el 54.9% de los matrimonios termina en divorcio. En los Estados Unidos el 45.8%, en Canadá el 37%, en España el 15.2% y en la India el 1.1%[2]
Muchas parejas llevan a cabo el proceso legal/oficial de divorcio, casi inmediatamente después de separarse, y otras –por un sinnúmero de razones- tardan años en hacerlo. Aunque a lo largo del libro utilizo el término “divorcio”, estoy refiriendo mis comentarios y recomendaciones también a la situación de estar “separados” aun cuando éste no se haya consolidado todavía de manera oficial.
Nos guste o no, lo consideremos aceptable o intolerable, malo, bueno o neutro, el divorcio es una realidad social, ante la cual debemos abrir los ojos y apoyar a quienes transitan por uno o viven ya en esa circunstancia, para que lo hagan de la mejor manera posible.
En este libro no cuestionaremos si hicimos bien o mal, si debimos quedarnos o irnos. Tampoco nos embarcaremos en un océano de juicios acerca del divorcio, porque de esos ya tenemos muchos. En este libro pues, hablaremos de las múltiples incertidumbres y confusiones que los padres divorciados tenemos en relación con nuestros hijos. Sobre las inquietantes dudas que nos asaltan respecto a temas como: la manera en que podemos ayudarlos a superar este proceso; cómo decirles que nos divorciaremos; de qué forma organizaremos la convivencia de los hijos con cada uno de los padres, abuelos y resto de la familia; el manejo del dinero; cuándo y cómo es aconsejable iniciar una nueva relación de pareja, y la manera en que haremos frente a los múltiples cambios que inevitablemente suceden en las rutinas y el cuidado de los hijos.
Con frecuencia, los padres cometemos importantes errores en el manejo de las diversas situaciones relacionadas con nuestros hijos, tanto durante el proceso de divorcio, como después del mismo. Esto se debe en gran medida, a que en nuestra sociedad, el divorcio es muy “mal visto”, lo que hace que a veces los padres carguen con una especie de vergüenza o estigma, que los lleva a aislarse y a no pedir ayuda, y otros no saben que la ayuda existe[3]. Así mismo, nos encontramos con la realidad de que muchos gobernantes, autoridades escolares o religiosas, o directivos de alguna institución, establecen toda clase de programas de ayuda y apoyo para padres, pero no programas de ayuda para padres divorciados, tales como grupos de apoyo, cursos o asistencia terapéutica. Tal vez en el fondo se deba a que suponen que si lo hicieran, muy probablemente su popularidad menguaría dramáticamente y serían considerados como “promotores de tan horrenda situación social”.
Sea como sea, el interés de las instituciones escolares, gubernamentales, religiosas o privadas por apoyar a los padres divorciados, es mínima, comparada con su interés en apoyar a los padres que no lo son. Así pues, los padres divorciados vamos por la vida preguntando (en ocasiones a quien sabe aun menos que nosotros); buscando aquí y allá, en un intento -a veces desesperado- de encontrar respuestas a nuestras dudas…pero muy solos, haciendo lo mejor que podemos para superar esta intensa experiencia que es el divorcio.