.- ¿CÓMO ELEGIR UN BUEN TERAPEUTA?
Esta es una de las preguntas que con frecuencia la gente interesada en involucrarse en un proceso de terapia, se plantea. Cada día, por fortuna, hay más personas que entienden el por qué y el para qué de la psicoterapia y están abiertas y dispuestas a ella. Cada día a su vez, hay menos de aquellos que piensan que la terapia es para gente loca, débil o inmadura. Sin lugar a dudas, son sólo los valientes quienes se involucran en una. Los que tienen las agallas para reconocer sus problemas, hacerles frente y trabajar comprometidamente en su solución.
“El terapeuta es el 50% del éxito de la terapia”. Palabras más palabras menos, esto ha sido expresado por numerosos autores e investigadores; y es verdad. Las técnicas, procesos y manejos que el terapeuta lleve a cabo según sea su especialidad y formación, conforman la otra parte, necesaria para que la terapia logre los objetivos que se han planteado.
Un terapeuta tiene un compromiso sublime y sagrado, porque sus pacientes ponen en sus manos –por así decirlo- delicadas áreas de su vida. Un buen terapeuta es el que tiene ciertas actitudes y cualidades que lo hacen digno de ser llamado así. Para elegir uno de ellos, esto es lo que yo te recomiendo tomar muy en cuenta:
- Desconfía de un terapeuta que no cree en un poder superior, como quiera que le llame o lo conciba.
- Desconfía de un terapeuta que cuando tiene que elegir entre “caerte bien” y “serte útil”, elige caerte bien. Es decir, que no te confronta y siempre te da por tu lado.
- Desconfía de un terapeuta que no te pone límites. Por ejemplo, que permite que le llames para consultarle cualquier cosa que se te ocurre durante los días entre una sesión y otra o permite que le llames los domingos, en las noches, etc., a menos que tú o alguien de tu familia se encuentre en una grave y delicada situación, como puede ser riesgo de suicidio o un grave problema, que requiere el contacto con el terapeuta entre sesiones.
- Desconfía de un terapeuta que necesita pacientes. Cuando un terapeuta hace lo mencionado en los dos párrafos anteriores, generalmente es porque necesita pacientes. Esto lleva a que le de temor, -por decirlo así- confrontar y poner límites, porque le preocupa caerle mal a sus pacientes y que se vayan. Poner límites es parte importantísima del éxito de la terapia y sólo un terapeuta que tiene bien clara su función y su rol en la relación terapeuta-paciente, es capaz de hacerlo.
- Desconfía de un terapeuta seductor. Cuando rompe la delicada y sagrada línea que por el bien del paciente debe existir entre ellos, y de cualquier forma tiene aproximaciones físicas/verbales/eróticas con él/ella. Cuando un terapeuta hace esto, está aprovechándose de la vulnerabilidad emocional de su paciente, y abusando de ello para su propio beneficio, sin importarle lo que esto afectará a su paciente. Y créeme, le afectará.
- Desconfía de un terapeuta que “socializa” contigo durante el tiempo en que están llevando a cabo un proceso de terapia. Es posible que después de terminado este y al paso de un tiempo, el terapeuta y su ex paciente puedan volverse buenos amigos. Pero nunca es recomendable socializar con los pacientes, mientras lo son.
- Desconfía de un terapeuta que se molesta si le preguntas acerca de sus estudios o experiencia profesional. En general, cuando una persona se siente insegura de su capacidad, se sentirá amenazada ante preguntas de esa índole.
- Desconfía de un terapeuta que no siente un respetuoso e incondicional afecto por ti.
- Desconfía de un terapeuta que no se actualiza y no está comprometido con su crecimiento tanto profesional como interior.
- Desconfía de un terapeuta enfermo de “soberbia profesional”. Así le llamo yo a aquel que aunque vea que no están lográndose los objetivos de la terapia, te retiene como paciente, en lugar de derivarte a un colega que tenga mayor experiencia en tu caso y te pueda ser más útil.
Así pues, poniendo ahora mis recomendaciones en términos positivos, diría:
Confía en un terapeuta que cree en un Poder Superior, como quiera que le llame o lo conciba. Que te confronta cuando es necesario y te pone límites; que tiene un respetuoso afecto por ti y no traspasa la sagrada línea que debe haber entre ustedes. Que no se aprovecha de tu vulnerabilidad emocional para su beneficio; que reconoce sus limitaciones y capacidades y que está genuinamente comprometido con su crecimiento interior: ora, medita, lee, o por cualquier camino trabaja para convertirse en un ser humano más luminoso.
¿Te parece utópico poder encontrar uno de estos? No lo es en absoluto. ¡Hay muchos de ellos! Para que encuentres uno, pídelo con todo tu ser, y confía en que si realmente lo deseas, la vida te lo pondrá por enfrente.