¿EXISTE EL MIEDO AL COMPROMISO?
Hace tiempo conocí a un hombre de cincuenta años, que escribía todo, con lápiz; escribir con pluma le causaba ansiedad. Supuse que eso podría representar un signo de miedo al compromiso, ya que lo que se escribe con lápiz se puede borrar fácilmente. Se me antojó que sería interesante conocer un poco más sobre la vida de este hombre, para saber si mi interpretación era correcta.
Por azares del destino llegué a conocer a su pareja: una hermosa y exitosa profesionista, quien me platicó que cada dos meses en promedio, él le decía que necesitaba alejarse porque estaba pensando demasiado en ella y extrañándola durante el día, lo cual no estaba bien, por lo que era mejor terminar la relación. Ella lloraba con dolor pidiéndole que no se fuera y tratando de convencerlo de que ella sentía lo mismo por él y eso era hermoso y bueno. Pero él se iba de todos modos, sólo para regresar dos semanas después diciéndole cuánto la amaba. Después de 3 años de repetirse ese patrón, ella ya no lloraba, porque sabía que él volvería. Pero un día, cuando ella habló de dar un paso “más serio” en la relación, su hombre se fue para siempre. A fin de cuentas, tal vez sí habría una asociación entre el escribir con lápiz y su miedo al compromiso. Bien dice mi sabio maestro Federico Pérez: “en todo lo que hacemos somos autobiográficos”.
Pero el no comprometerse o hacerlo a medias, en una relación de pareja o de otro tipo, no es la única forma en que se manifiesta el miedo al compromiso. Según el diccionario, la palabra compromiso significa: “obligación que se contrae voluntariamente, a través de la palabra dada de forma verbal o escrita”. Me impresiona la carencia de esto que encontramos actualmente.
Tal vez tú, al igual que yo, te preguntas qué pasó con aquellos hombres y mujeres del pasado cuya palabra bastaba para garantizar que la cumplirían. Dar su palabra era un acto de honor que nadie ponía en duda. Hoy en día pasamos por una crisis de compromiso que se nota aun en detalles muy simples, como el decir: “te llamo mañana” “te pago el viernes”. “te lo envío el lunes”, “llego a las siete” y simplemente no hacerlo. Cumplir lo que se dice, ya sea algo pequeño y simple, o grande y trascendental, es un acto de integridad que desafortunadamente no vemos con frecuencia.
Todos usamos las palabras continuamente; casi siempre suponiendo que no son más que sonidos que el viento se lleva una vez que salen de nuestra boca y ahí se acabó todo. Pero en realidad las palabras son mucho más que sonidos: son firmas de energía que plasmamos en el universo; el no respaldarlas con nuestros actos, va dejando deudas con la vida, huecos, asuntos inconclusos que se convierten en anclas y necesariamente tienen una repercusión.
No te pido que me creas lo que digo, simplemente te pido que observes la vida de las personas que como patrón no cumplen lo que dicen y saques tus propias conclusiones. Comprobarás que de mil y una formas, su vida no funciona.
A veces fantaseo en lo maravilloso que sería vivir en un mundo en el que todos cumpliéramos lo que decimos. Que le diéramos a nuestra palabra el significado y valor sagrado que tiene y la honráramos, cumpliéndola. ¿No se te antoja?
¡A mí sí!...