¿CUÁL ES LA FUNCIÓN DEL LLANTO?
Me entristece darme cuenta de que hay mucha gente que se avergüenza cuando llora. La he encontrado en mi consultorio, en mis cursos y talleres, y hasta en el cine. Y aunque me duele ver esta actitud en los adultos, mucho más me duele verla en los niños, a quienes les enseñamos que llorar los hace indeseables.
Cuando estamos frente a alguna persona que llora, hacemos todo lo posible por sacarla de ese estado sin saber que más que hacerle un bien le estamos estorbando. Lo hacemos porque desconocemos la función del llorar y porque muchas veces el dolor y las lágrimas de otros, nos reactivan las memorias de nuestros propios dolores y llantos reprimidos, que hemos dejado enterrados en nuestro corazón y tarde o temprano se convierten en amargura. Cuando veo a una persona de esas a las que todo les molesta, que están constantemente enojadas, quejándose, criticando, y buscando el lado oscuro de todo y de todos, me viene a la mente una imagen metafórica en la que imagino su corazón (no el físico, sino el emocional) henchido de lágrimas viejas que nunca salieron, y a las que el tiempo volvió más saladas y agrias de lo que eran en principio, convirtiendo a esa persona en la imagen viva de la amargura.
Aun cuando existe la errónea creencia de que no debemos llorar porque nos hace daño y porque es una muestra de debilidad, esta es una infundada y absurda suposición que no sólo nos ha llevado a sentirnos avergonzados cuando lloramos, sino además a esforzarnos para desarrollar la habilidad de reprimir el llanto y peor aun, a enseñar a los niños a hacerlo también, sin comprender que el llorar es una función emocional y biológica que tiene una razón de ser.
Los seres humanos estamos muy bien hechos y tratándose de sentimientos, siempre vienen juntos “el remedio y el trapito”. Cuando experimentamos un shock o desequilibrio emocional como consecuencia de una vivencia dolorosa, automáticamente se nos disparan las ganas de llorar con todo lo que esta acción conlleva, como es suspirar y gemir, porque al hacer todo esto, desechamos una cantidad de sustancias tóxicas que se generan en nuestro cuerpo como producto de ese shock emocional, y a través de los profundos suspiros, tomamos buenas cantidades de oxígeno que nuestro cerebro y en general todo nuestro cuerpo necesita para lidiar con las hormonas del estrés y demás toxinas que se produjeron. Por eso, después de una buena sesión de llanto nos sentimos relajados, serenos y hasta motivados. Ahora nos queda claro que llorar no hace daño, sino reprimir el llanto.
La otra faceta de la errónea creencia acerca del llanto, es la que afirma que llorar es de gente débil. La verdad es que para atreverse a entrar en contacto con el tipo de sentimientos que nos hacen llorar, hay que ser valientes; los débiles son los que no se permiten llorar y reconocer que sienten dolor, tristeza, ira o frustración. Sentir y llorar es pues, un acto de valientes y un recurso humano que deberíamos apreciar y respetar.